EN LA HIPERTENSION ARTERIAL, LO IMPORTANTE ES BAJAR LA PRESION
El sexto informe del Comité Americano Conjunto (JNC-VI) indica que, en la hipertensión arterial (HTA) no complicada, los diuréticos o los bloqueadores beta (BB) deberían constituir los fármacos de elección para iniciar el tratamiento1. Sin embargo, el informe de la Organización Mundial de la Salud y la Sociedad Internacional de Hipertensión (OMS-SIH) no establece preferencias para la elección del fármaco inicial, indicando que todos los fármacos disponibles podrían constituir una adecuada alternativa terapéutica2.
Por tanto, es de gran trascendencia sanitaria conocer si los nuevos fármacos (antagonistas del calcio [CA], inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina [IECA] y bloqueadores de los receptores de la angiotensina [ARA II]) son capaces de mejorar el pronóstico de los hipertensos en la misma o en mayor medida que los diuréticos y los BB.
Diversos estudios han comparado el beneficio del tratamiento antihipertensivo con diuréticos y/o BB frente a una estrategia basada en CA, IECA y ARA II. Los estudios CAPPP (IECA frente a BB/diuréticos)3, INSIGHT (nifedipino GITS frente a hidroclorotiazida más amilorida)4, NORDIL (diltiazem frente a BB/diuréticos)5 y STOP-2 (IECA frente a CA dihidropiridínico frente a BB/diuréticos)6 son los principales ensayos clínicos que han analizado la influencia pronóstica de estas distintas intervenciones terapéuticas. No se observaron diferencias significativas en los objetivos principales, sugiriendo que en la HTA lo importante es bajar la presión y no tanto el antihipertensivo empleado. Se han propuesto diversas matizaciones a esta conclusión; teniendo en cuenta que en todos estos estudios una importante proporción de pacientes mantenían durante el seguimiento cifras de presión en el rango de HTA podría sugerirse que, cuando la presión está elevada, lo más importante es reducirla. También se ha especulado que con valores de presión cercanos a la normotensión o en hipertensos de alto riesgo (diabéticos, con lesión de órgano diana o enfermedad cardiovascular [CVC] clínica), algún grupo terapéutico podría ejercer una mayor protección CVC, en particular los grupos farmacológicos que bloquean el sistema renina-angiotensina, como sugieren los resultados de los estudios HOPE7, MICRO-HOPE8, IDNT9, IRMA II10, RENAAL11 y LIFE12 que, a pesar de no ser estudios sobre HTA, salvo el último, nos ofrecen una sólida base para dicha recomendación.
La posible capacidad de los antihipertensivos para ofrecer una protección CVC más allá de su efecto hipotensor ha sido analizada en diversos metaanálisis13-15. Globalmente, no se observan diferencias significativas entre los antihipertensivos más nuevos (IECA y CA) y los más clásicos (diuréticos y BB), destacando la importancia de un adecuado control de las cifras de presión arterial. Asimismo, el mayor grado de reducción del riesgo de complicaciones CVC se asoció con una disminución más intensa de la presión arterial
Teniendo en cuenta que cerca del 20% de la población española mayor de 40 años precisa tratamiento antihipertensivo, conocer si una estrategia terapéutica basada en diuréticos o BB se acompaña de una protección CVC de, al menos, la misma magnitud que los grupos farmacológicos más nuevos tiene unas extraordinarias repercusiones clínicas, económicas y de política sanitaria.
CARACTERÍSTICAS Y PRINCIPALES RESULTADOS DEL ESTUDIO ALLHAT
La reciente publicación de los resultados finales del estudio ALLHAT (Antihypertensive and Lipid-Lowwering Treatment to Prevent Heart Attack Trial), junto con la publicación previa de los resultados del grupo de doxazosina, aportan una información de gran relevancia para la elección del antihipertensivo inicial16,17. Constituye el mayor estudio realizado en hipertensos. Se trata de un ensayo aleatorio, doble ciego y multicéntrico patrocinado por el National Heart, Lung, and Blood Institute de los EE.UU., que fue diseñado para evaluar la incidencia de muerte coronaria o infarto de miocardio no mortal en hipertensos de alto riesgo de los EE.UU. y Canadá tratados con una estrategia basada en un CA (amlodipino), un IECA (lisinopril) o un bloqueador alfa (doxazosina), en comparación con un diurético tiazídico (clortalidona). Una publicación previa demostró que la clortalidona era superior a la doxazosina en el control de la presión arterial y la protección CVC (las diferencias se basaban en la reducción del riesgo de insuficiencia cardíaca y no se explicaban por el distinto grado de reducción de la presión arterial), hecho que motivó la finalización prematura del grupo de doxazosina16,18. Como objetivos secundarios se incluyeron la mortalidad total, el ictus mortal y no mortal, la combinación de diversas formas de presentación clínica de la enfermedad coronaria (componentes del objetivo primario más necesidad de revascularización coronaria u hospitalización por angina) y una combinación de enfermedad CVC (combinación de enfermedad coronaria, ictus, tratamiento ambulatorio por angina, insuficiencia cardíaca y arteriopatía periférica). El diseño del estudio posee una gran potencia para detectar diferencias entre fármacos antihipertensivos, ya que se incluyeron 9.000-15.000 hipertensos por grupo de tratamiento y se realizó un seguimiento prolongado (4,8 años). La mayoría de los pacientes incluidos recibían tratamiento antihipertensivo antes de la aleatorización, con una presión arterial basal media en los diferentes grupos de 146/84 mmHg. Más de la mitad de los pacientes presentaban una historia previa de enfermedad CVC aterotrombótica, y el 36% de ellos estaban diagnosticados de diabetes mellitus tipo 2. La edad media era de 67 años, con una equilibrada distribución de varones y mujeres en los diferentes grupos. Algo más del 35% de los pacientes de cada grupo de tratamiento eran de raza negra (la mayoría, afroamericanos).
A los pacientes aleatorizados a recibir un diurético se les administró clortalidona a dosis crecientes de 12,5, 12,5 (repetición de dosis) y 25 mg/día; los tratados con el IECA recibieron 10, 20 y 40 mg/día de lisinopril, y los asignados al CA fueron tratados con 2,5, 5 y 10 mg/día de amlodipino. Los pacientes que no lograban el objetivo de presión (< 140/90 mmHg) recibían, en una segunda fase de forma abierta, 25-100 mg/día de atenolol; 0,05 a 0,2 mg/día de reserpina, o 0,1-0,3 mg/2 veces al día de clonidina. En una tercera fase se permitía la inclusión de 25-100 mg/2 veces al día de hidralazina.
Al finalizar el seguimiento, la presión arterial sistólica (PAS) se redujo más con el tratamiento diurético que con el IECA (2 mmHg de diferencia a los 5 años de seguimiento, 4 mmHg en el subgrupo de raza negra y 3 mmHg en los mayores de 65 años). La reducción de la PAS fue ligeramente mayor con el diurético, y la de la presión arterial diastólica (PAD) lo fue con amlodipino en la misma magnitud (0,8 mmHg). Al quinto año de seguimiento se logró un adecuado control de la presión arterial (< 140/90 mmHg) en aproximadamente dos tercios de los pacientes de cada grupo.
No se observaron diferencias significativas entre grupos para el objetivo primario (fig. 1 y tabla 1). Comparando los objetivos secundarios y los componentes del objetivo secundario entre los grupos amlodipino y clortalidona, sólo se observó una incidencia significativamente mayor de insuficiencia cardíaca en el grupo tratado con amlodipino. Esta diferencia se mantuvo para los casos de insuficiencia cardíaca fatal o que requirió hospitalización (tablas 1 y 2).
Fig. 1. Índices acumulados de componentes del objetivo primario (enfermedad coronaria fatal e infarto de miocardio no fatal) en los diferentes grupos de tratamiento.
Del mismo modo, el IECA se asoció a un mayor riesgo de complicaciones CVC, mayor incidencia de ictus e insuficiencia cardíaca que el diurético (tablas 1 y 2). El análisis de los riesgo relativos de ictus e insuficiencia cardíaca ajustados por las diferencias de presión arterial entre los que recibieron diuréticos e IECA (2 mmHg en la PAS, 4 mmHg en el grupo de raza negra) sólo explican de forma parcial las diferencias observadas.
Los investigadores del estudio ALLHAT concluyen que los diuréticos tiazídicos (clortalidona) deberían preferirse como primera alternativa en el tratamiento de la HTA debido a su superior protección CVC y su excelente relación coste-beneficio.
DESPUÉS DEL ALLHAT, ¿QUÉ SABEMOS DE LO QUE DESCONOCÍAMOS SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA HTA?
Las características de estudio ALLHAT (diseño, amplio tamaño de muestra y ausencia de patrocinio comercial, entre otras) determinan que sus resultados sean de especial relevancia clínica, al aportar una extraordinaria fuerza a la premisa derivada de estudios previos que indica que «en HTA, lo importante es normalizar las cifras de presión, sin que tenga demasiada influencia el fármaco empleado». Aunque las cifras iniciales de presión arterial son de las más bajas de los amplios estudios de HTA debido a que la gran mayoría de los pacientes (90%) recibía tratamiento antihipertensivo previo, la elevada proporción de pacientes con enfermedad vascular aterotrombótica clínica y, en particular, cardiopatía isquémica determinan que se trate de una población de particular alto riesgo, responsable de la elevada incidencia de complicaciones CVC durante el seguimiento, en particular, relacionadas con la cardiopatía isquémica. En los últimos ensayos clínicos de HTA, la incidencia de ictus supera a la de síndrome coronario agudo3-6,12; por el contrario, en el estudio ALLHAT, la incidencia de episodios de cardiopatía isquémica fue 3 veces superior que la de ictus. Estas diferencias pueden estar condicionadas por la menor edad de los hipertensos, las cifras de presión arterial más bajas y la mayor prevalencia de cardiopatía isquémica previa.
Aunque no disponemos de los resultados del subgrupo de hipertensos con cardiopatía isquémica, y a la espera de su publicación, los resultados globales del estudio ALLHAT sugieren que, en este particular grupo, el tratamiento diurético, habitualmente asociado a BB, se acompaña de un beneficio pronóstico de, al menos, la misma magnitud que el tratamiento con amlodipino o lisinopril, también asociados a BB. La asociación de BB e IECA o un antagonista del calcio dihidropiridínico constituye la estrategia más recomendada para el tratamiento de hipertensos con cardiopatía isquémica. Las recientes guías de la ACC/AHA para el manejo de pacientes con angina crónica estable recomiendan, según los resultados del estudio HOPE, la combinación de un BB y un IECA19. En la prevención secundaria de hipertensos con infarto de miocardio se plantean recomendaciones similares. Aunque la evidencia científica para este tipo de asociación farmacológica en hipertensos con cardiopatía isquémica es importante20-22, los resultados del estudio ALLHAT plantean la posibilidad de que la combinación de dosis bajas de un diurético tiazídico (clortalidona) y un BB pueda ser una alternativa aceptable, al menos en pacientes sin disfunción ventricular.
Los resultados de los estudios INSIGHT y NORDIL habían demostrado la seguridad del tratamiento con antagonistas del calcio en la HTA4,5, cuestionando las conclusiones de metaanálisis que indicaban que estos compuestos (en particular los dihidropiridínicos) podrían incrementar el riesgo de cardiopatía isquémica en los hipertensos23,24. Los resultados del ALLHAT confirman que el tratamiento a largo plazo de hipertensos de alto riesgo con un CA dihidropiridínico (amlodipino) no incrementa el riesgo de este tipo de complicaciones, sin diferencias en la incidencia de los componentes del objetivo primario (muerte de origen coronaria e infarto de miocardio no mortal) entre los diferentes grupos de tratamiento. Hasta la actualidad, la norma en los grandes estudios de HTA era la ausencia de diferencias significativas en el objetivo primario; sin embargo, los resultados del Segundo Estudio Australiano de Hipertensión en el Anciano, de reciente publicación, constituyen nuevos elementos a tener en cuenta25; para una eficacia hipotensora igual, una estrategia terapéutica basada en un IECA (enalapril) se acompañó de una mayor protección CVC (en especial en varones) que el tratamiento diurético (hidroclorotiazida) y la diferencia en la incidencia de infarto de miocardio fue de especial relevancia. Los valores de presión arterial inicial y final más elevados, la mayor edad de los pacientes (72 años) y su menor perfil de riesgo en relación con el grupo de hipertensos incluidos en el estudio ALLHAT podrían influir en los resultados. Por otro lado, no está claro que, en términos de protección CVC, los IECA y los diuréticos ejerzan un «efecto de clase» y, por tanto, no puede descartarse que los diferentes diuréticos (clortalidona e hidroclorotiazida) e IECA (lisinopril y enalapril) empleados en el ALLHAT y el estudio australiano desempeñen una cierta influencia en sus resultados.
Diversos ensayos clínicos y metaanálisis habían sugerido que el tratamiento de hipertensos con AC se acompañaba de un menor riesgo de ictus y de una menor protección frente a la insuficiencia cardíaca4-6,14,15. En el estudio ALLHAT no se observaron diferencias significativas en la incidencia de ictus entre los grupos de pacientes tratados con amlodipino o clortalidona. Sin embargo, los pacientes tratados con lisinopril mostraron un riesgo significativamente mayor; la diferencia en el control de PAS podría justificar este hallazgo (diferencia en el riesgo del 15%), aunque las diferencias en el subgrupo de hipertensos de raza negra (riesgo un 40% mayor) no pueden justificarse por el distinto control tensional. Se ha especulado que los IECA ejercen un menor efecto en pacientes de raza negra26-28, en particular una menor eficacia antihipertensiva (en el estudio ALLHAT, la diferencia en el control de la PAS final entre el diurético y el IECA fue de 4 mmHg), aunque los resultados recientes del estudio AASK, que compara en hipertensos con nefropatía de raza negra la eficacia del tratamiento basado en amlodipino o ramipril, demuestran la superioridad del IECA29. Por otro lado, debe destacarse que, al final del seguimiento, seguía con el tratamiento diurético el 71,2% de los pacientes aleatorizados a la tiazida frente a tan sólo el 61,2% de los aleatorizados a lisinopril. Esta menor persistencia del tratamiento activo podría haber influido en los peores resultados del grupo lisinopril.
Salvo en la protección frente a la insuficiencia cardíaca, no se observaron diferencias significativas entre las distintas modalidades de tratamiento en el subgrupo de diabéticos. Estos datos confirman la seguridad de los CA dihidropiridínicos en diabéticos30,31 y podrían cuestionar la superioridad del bloqueo del sistema renina-angiotensina, como sugieren los resultados del estudio MICRO-HOPE7,8 y, más recientemente, los de los estudio con ARA II en diabéticos con nefropatía, aunque debe tenerse en cuenta que éstos no eran estudios de HTA9-11. El peor control de la PAS en el grupo de hipertensos tratado con lisinopril podría influir en los resultados del grupo de diabéticos, sugiriendo que, a igualdad de control tensional, el IECA podría ser mejor.
Estamos asistiendo a un continuo incremento en la incidencia y prevalencia de la insuficiencia cardíaca relacionado con el envejecimiento de la población, la prevalencia y el mal control de la HTA y la cardiopatía isquémica32,33. La población de pacientes incluida en el estudio ALLHAT (hipertensos de alto riesgo con más del 50% de prevalencia de enfermedad CVC y el 25% de cardiopatía isquémica) tiene un riesgo elevado de sufrir insuficiencia cardíaca. La frecuencia de esta complicación fue mucho mayor en el estudio ALLHAT que en estudios previos de HTA. Este hecho puede deberse al mayor riesgo de los pacientes o a un diagnóstico erróneo de insuficiencia cardíaca. Como ya comentamos, el grupo de doxazosina fue detenido tempranamente por un exceso de complicaciones CVC, en particular insuficiencia cardíaca, y en él se observó un riesgo relativo de los pacientes doble en relación con el grupo tratado con clortalidona, no justificable por las diferencias de presión. La combinación de otros antihipertensivos a la doxazosina atenúa este riesgo, aunque no lo elimina18 (tabla 3).
El riesgo de insuficiencia cardíaca fue significativamente mayor en el grupo de pacientes tratado con amlodipino y lisinopril en relación con el grupo que recibió un diurético (tabla 2). Estas diferencias se mantenían en el análisis de subgrupos en relación con la edad, sexo, raza negra o no negra y presencia o no de diabetes, y eran de particular relevancia en el subgrupo de raza negra. Los resultados de estudios en HTA sistólica aislada sugieren que un aumento de 3 mmHg en la PAS podría justificar un 10-20% de incremento del riesgo de insuficiencia cardíaca34,35; este hecho podría explicar las diferencias observadas en el grupo de lisinopril, pero no el mayor riesgo de los pacientes tratados con amlodipino. Además de una menor protección del CA frente al riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca, se han sugerido otras posibles explicaciones. Los edemas, efecto adverso frecuente del tratamiento con CA dihidropiridínicos, podría interpretarse de forma errónea como una insuficiencia cardíaca; por otro lado, los diuréticos constituyen un tratamiento reconocido de esta afección. Sin embargo, el incremento significativo del riesgo de hospitalización o muerte por insuficiencia cardíaca del grupo de pacientes tratado con amlodipino (tabla 2) no podría justificarse con dichos argumentos. Desconocemos las razones que podrían justificar una menor protección frente a la insuficiencia cardíaca de los pacientes hipertensos tratados con amlodipino y doxazosina. Nuestro grupo ha demostrado que la doxazosina induce la apoptosis de los cardiomiocitos de ratón y humanos en cultivo, en línea con lo publicado por otros autores en células prostáticas36. Sin embargo, la extrapolación clínica de nuestros datos experimentales, aunque plausible, debe realizarse con cautela.
Se ha cuestionado la idoneidad del diseño del estudio ALLHAT, en particular que las combinaciones de fármacos empleadas no son habituales en la práctica clínica. Las combinaciones de diuréticos, CA y bloqueadores alfa con un BB han demostrado, además de base fisiopatológica, la potenciación de su eficacia antihipertensiva. La imposibilidad de combinar un diurético tiazídico con el IECA podría haber contribuido a un peor control de la presión, condicionando el pronóstico CVC de los pacientes.
Finalmente, debemos convenir que la elección del tratamiento antihipertensivo debe individualizarse en función de las características del paciente; sin embargo, los resultados del estudio ALLHAT son una buena noticia para pacientes, instituciones y países que deben luchar contra la HTA con fármacos genéricos y de bajo coste, como diuréticos y BB. Por otro lado, sugieren que los diuréticos deberían incluirse en la estrategia de pacientes que requieren más de un fármaco para lograr el control de la presión arterial. En este sentido, teniendo en cuenta que muchos hipertensos se benefician del tratamiento con IECA o ARA II (diabéticos, hipertensos con disfunción renal o cardíaca, insuficiencia cardíaca, hipertrofia ventricular izquierda, con cardiopatía isquémica, ictus, etc.), su combinación con una dosis baja de una tiazida se presenta como una excelente alternativa terapéutica. Los resultados del ALLHAT descartan que el tratamiento con CA dihidropiridínicos se asocie con un incremento del riesgo de cardiopatía isquémica en hipertensos, e indican que son una buena alternativa como primera línea de tratamiento en pacientes no tratados con diuréticos; asimismo, indican que debería excluirse la doxazosina como tratamiento de elección, al menos en hipertensos de alto riesgo.
Correspondencia: Dr. J.R. González-Juanatey.
Servicio de Cardiología y Unidad Coronaria. Hospital Clínico Universitario.
Travesía de A Choupana, s/n. 15706 Santiago de Compostela. España.
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