La gastroparesia es un síndrome caracterizado por un vaciado gástrico lento en ausencia de obstrucción que conlleva malestar epigástrico, distensión abdominal, náuseas y vómitos, aunque puede ser asintomática1. Una de las causas de gastroparesia aguda, poco descrita y desconocida para muchos cardiólogos, es la secundaria a crioablación de venas pulmonares (VP), una técnica disponible en más del 50% de los laboratorios de electrofisiología españoles2. Se realiza una revisión de este síndrome a partir de 1 caso.
Se presenta el caso de un varón de 59 años, con historia de fibrilación auricular paroxística sintomática a pesar de fármacos antiarrítmicos, al que se decidió realizar crioablación de VP. Durante el procedimiento, realizado en sedación con remifentanilo y propofol, se observó con angiografía una aurícula izquierda pequeña (37 mm por ecocardiografía previa) con 4 VP independientes. Se optó por balón de 28 mm Artic Front de segunda generación de Medtronic. Se precisaron hasta 4 aplicaciones, por mala oclusión y malas temperaturas, para aislar la VP superior izquierda, 2 aplicaciones para la inferior izquierda y otras 2 para la superior derecha. En la VP inferior derecha, que era la más pequeña respecto al balón, se realizaron inicialmente 3 aplicaciones con una temperatura mínima de –36°C; durante una de ellas hubo pérdida transitoria de captura frénica. Finalmente la vena se aisló con un balón de 23 mm con 1 sola aplicación durante 64 s a –60°C. El tiempo total de crioablación fue de 26 min. La media de las temperaturas mínimas alcanzadas de todas las aplicaciones fue –40 ± 16°C. No se dieron aplicaciones bonus tras aislar las venas. Al retirar los catéteres se observó, mediante escopia, una dilatación gástrica con acumulación de aire en fundus (figura 1). A pesar de que el paciente solo presentaba distensión abdominal con timpanismo y flatulencias, se decidió observarlo en la unidad coronaria durante 6 h, y se inició tratamiento con procinéticos (metoclopramida y eritromicina), antisecretores y dieta absoluta las primeras 24 h. No fue necesario colocar sonda nasogástrica. En las siguientes 24 h se resolvieron los síntomas y las alteraciones radiológicas (figura 2). El paciente permanece asintomático.
La gastroparesia aguda tras la ablación se ha relacionado en distintos estudios con la lesión de las fibras nerviosas que inervan el esfínter pilórico y el estómago. Estos nervios viajan principalmente con el tronco vagal izquierdo a lo largo de la parte anterior del esófago, cerca de la pared posterior de la aurícula izquierda y el ostium de las VP. La aplicación de calor o frío en la pared posterior de la aurícula izquierda puede lesionar, transitoria o definitivamente, estos nervios periesofágicos y condicionar una gastroparesia.
De los pocos casos de gastroparesia tras la ablación de VP publicados, la mayoría se ha descrito en pacientes sometidos a ablación con radiofrecuencia, los síntomas aparecen a las pocas horas del procedimiento y se resuelven espontáneamente con tratamiento médico y observación3.
En el caso de la crioablación de VP, Guiot et al4., en un estudio con 66 pacientes, observaron mediante valoración endoscópica de la motilidad gástrica por protocolo que un 9% de estos pacientes presentaban gastroparesia asintomática a las 24 h del procedimiento. En el análisis posterior solo se asoció a mayor riesgo de gastroparesia la aparición de parálisis del nervio frénico durante el procedimiento, aunque fuese de manera transitoria. Un estudio observacional más reciente ha comparado prospectivamente la frecuencia con que aparece la gastroparesia entre 104 pacientes sometidos a crioablación o radiofrecuencia de VP5. En el grupo de crioablación se detectaron 6 casos (el 5% de la muestra). En el grupo de radiofrecuencia solo se detectó 1 caso. Los pacientes que recibieron crioablación y presentaron gastroparesia tenían aurículas más pequeñas (36 ± 2 mm) y en ellos se alcanzaron temperaturas medias más bajas (–51 ± 2,3°C). En todos estos pacientes el tratamiento fue médico y ninguno presentaba síntomas residuales a los 6 meses, salvo el paciente con gastroparesia tras la radiofrecuencia.
Se describe una complicación de la ablación de VP que a menudo no se asocia con el antecedente de crioablación de VP, especialmente en los casos de aparición tardía y en general con buen pronóstico. Como posibles factores de riesgo asociados en la crioablación, en nuestro caso se podría describir la temperatura baja, las múltiples aplicaciones y la utilización de un balón grande en una aurícula pequeña. La ablación de la VP inferior derecha fue especialmente compleja, pues precisó 2 tamaños de balón, y se desconoce su relación anatómica con el esófago, pues antes no se realizó una prueba de imagen, que podría haber sido de utilidad. Para el diagnóstico inicial es útil la observación por radioscopia de un estómago y asas intestinales distendidas. El diagnóstico de confirmación se podría obtener con gammagrafía de vaciado gástrico en casos graves y/o dudosos, aunque esta técnica, en general, no es necesaria. El tratamiento inicial es conservador con antisecretores y procinéticos, y el tratamiento endoscópico se reserva para los casos más graves.