«After all, in spite of opinion, prejudice or error, time
will fix the real value upon this discovery»
Sir William Withering, Birmingham, 1785
La insuficiencia cardíaca es un problema sanitario de creciente magnitud y es la primera causa de ingreso hospitalario en los países desarrollados. A pesar de los últimos avances terapéuticos, su mortalidad a medio-corto plazo sigue siendo muy elevada1. La introducción de los bloqueadores betaadrenérgicos asociados a los inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina (IECA) supuso una importante mejoría del pronóstico2. El beneficio obtenido con los bloqueadores betaadrenérgicos alentó a buscar nuevos fármacos que no sólo bloquearan de una forma más completa la activación de los sistemas renina-angiotensina y simpático, sino que también permitieran modular otros fenómenos activados en la insuficiencia cardíaca, como la inflamación y la disfunción endotelial. No obstante, en los últimos 4 años hemos comprobado que múltiples estudios en los que se analizaba el beneficio de nuevos fármacos obtenían resultados neutros. Desde nuevos IECA, inhibidores de la endotelina y del factor de necrosis tumoral alfa, y los mismos antagonistas del receptor de la angiotensina3 que han aportado beneficios, pero muy por debajo de las expectativas creadas. Ello indica que probablemente no se va a obtener beneficio adicional intentando aumentar el bloqueo de las neurohormonas circulantes; de hecho, muchos autores se han apresurado a sugerir que esta vía se ha agotado y hay que buscar otras opciones terapéuticas.
La persistencia de un remodelado ventricular importante a pesar del tratamiento médico optimizado se ha asociado con un peor pronóstico en la insuficiencia cardíaca4. En este sentido, en los últimos años se está investigando posibles intervenciones para cortar las señales que activan los mecanismos que median el remodelado ventricular progresivo5. A pesar del esfuerzo realizado, todavía queda mucho camino por recorrer antes de que ello pueda ser una realidad que permita generar nuevos fármacos.
La falta de nuevos tratamientos ha revertido en un análisis más profundo de los factores que afectan al pronóstico de la insuficiencia cardíaca, y la anemia es uno de ellos. De hecho, la anemia suele ser frecuente en los pacientes con insuficiencia cardíaca, sobre todo en fases avanzadas de la enfermedad.
PREVALENCIA
La prevalencia de la anemia en la insuficiencia cardíaca es muy variable y puede oscilar entre el 5 y el 55%, según las series6,7. Esta variabilidad tan amplia se debe a los distintos criterios utilizados para su diagnóstico y a las diferencias en las poblaciones estudiadas. La presencia de anemia suele ser más alta en los estudios epidemiológicos con pacientes de mayor edad, peor clase funcional de la New York Heart Association (NYHA) y más comorbilidades, mientras que en estudios farmacológicos, donde los pacientes suelen ser más jóvenes y más seleccionados, la prevalencia de la anemia disminuye notablemente. Uno de los factores que aumenta mucho la prevalencia de la anemia es la presencia de insuficiencia renal crónica, que en la insuficiencia cardíaca suele ser de causa multifactorial y a la que contribuyen no sólo la disfunción ventricular per se, sino también su etiología, sobre todo la hipertensión arterial y la presencia de diabetes mellitus asociada. La prevalencia hallada por Lupón et al8 fue del 30% para una población de 64 años de edad de media, con predominio de varones, pocos casos con insuficiencia renal asociada y en control hospitalario de tercer nivel; estos datos se situán dentro del rango descrito. Es posible que en pacientes de mayor edad, con mayor incidencia de mujeres y de insuficiencia renal asociada, la prevalencia sea mucho mayor.
IMPLICACIONES PRONÓSTICAS
En los últimos años, numerosos estudios han relacionado el descenso de la hemoglobina con un aumento de la mortalidad9-11. El hecho de que la corrección de la anemia pueda propiciar nuevas vías de tratamiento es aún motivo de controversia. En este sentido, hay que tener en cuenta que la anemia en la insuficiencia cardíaca puede ser secundaria a causas muy diversas. Así, al inicio de la enfermedad es poco probable que tenga implicaciones pronósticas importantes y en algunos casos puede ser incluso secundaria a pérdidas ocultas en pacientes en tratamiento con aspirina. De hecho, en series con pacientes relativamente jóvenes remitidos para trasplante cardíaco, la presencia de anemia no fue un factor determinante de la mortalidad global6.
A medida que la insuficiencia cardíaca progresa, se asocian a ella muchas comorbilidades que pueden favorecer la aparición de anemia. En un estudio retrospectivo se halló que la anemia no era debida sólo a la insuficiencia cardíaca, sino a otras causas en un 98% de casos, la más frecuente de las cuales era la insuficiencia renal crónica asociada, seguida del déficit de hierro12, ácido fólico o vitamina B12. Lo que sí parece cierto es que en la fase avanzada de la enfermedad hay múltiples mecanismos que pueden causar anemia, como la activación de las citocinas que favorece la caquexia, la desnutrición crónica, la hemodilución, el empeoramiento de la insuficiencia renal a medida que se reduce el gasto cardíaco, una menor perfusión de la medula ósea que reduciría su respuesta regeneradora y, finalmente, el propio tratamiento de la insuficiencia cardíaca13. En realidad todos estos mecanismos pueden hallarse de manera simultánea en la insuficiencia cardíaca terminal e interaccionar entre sí, por lo que es muy difícil establecer la causa última de la anemia y valorar su implicación pronóstica real.
LA ANEMIA COMO OBJETIVO TERAPÉUTICO
Diversos estudios han demostrado que la anemia, al reducir la capacidad de transporte de oxígeno, puede contribuir al empeoramiento de los síntomas, inducir hipoxia e incluso favorecer la activación neurohormonal. Además, es posible que en pacientes con insuficiencia cardíaca, grados leves o moderados de anemia tengan mayor repercusión en los síntomas que en pacientes sanos. En algunos estudios se ha observado una correlación significativa entre los valores bajos de hemoglobina y la capacidad de esfuerzo14, mientras que esta correlación se perdía cuando los valores de hemoglobina eran > 13 g/dl. Esto indicaría que la tolerancia al esfuerzo depende en gran parte de los niveles de hemoglobina, sobre todo cuando éstos son bajos.
No hay duda de que la corrección de la anemia puede mejorar los síntomas al corregir el aporte de oxígeno a los tejidos, sobre todo en los pacientes con insuficiencia cardíaca secundaria a cardiopatía isquémica, donde la isquemia puede contribuir a agravar la disnea. En este sentido, ya hay estudios piloto que sugieren que el tratamiento con eritropoyetina recombinante (rHuEPO) mejora la clase funcional, la función ventricular y la calidad de vida de estos pacientes y reduce, además, la necesidad de diuréticos, tanto orales como intravenosos. En algunos estudios, el tratamiento con eritropoyetina también se ha asociado con una reducción de la mortalidad, aunque el número de pacientes estudiado es reducido15,16.
Por otro lado, a pesar de las repercusiones clínicas mencionadas, cabe la posibilidad de que la anemia sea sólo un marcador de gravedad que se manifiesta a medida que avanza la severidad de la insuficiencia cardíaca o aumentan las comorbilidades. Este concepto se encuentra refrendado por el hecho de que los valores bajos de hemoglobina son más frecuentes en pacientes en clase funcional III y IV de la NYHA. Aunque la corrección de la anemia puede mejorar los síntomas, lo que no está tan claro es que ello incida en la reducción de la mortalidad, teniendo en cuenta que el tratamiento propuesto con rHuEPO puede aumentar el riesgo de trombosis e hipertensión arterial17. Los seguimientos actuales de los estudios con rHuEPO son relativamente cortos, inferiores a 1 año, por lo que el beneficio de este tratamiento debe analizarse a más largo plazo, ya que puede ser controvertido en pacientes con disfunción ventricular secundaria a cardiopatía isquémica. Por tanto, a pesar de los resultados iniciales esperanzadores, antes de seguir esta nueva línea de tratamiento deberemos esperar a la finalización de los estudios que actualmente están en marcha. Cabe la posibilidad, como ha sucedido con anterioridad en la insuficiencia cardíaca, que la mejora de los síntomas no se asocie con una reducción de la mortalidad global.
Correspondencia: Dra. E. Roig Mingell.
Institut de Malalties Cardiovasculars. Hospital Clínic.
Villarroel, 170. 08036 Barcelona. España.