Me resulta curioso que la mayor parte de los médicos de habla hispana empleen sin vacilar el vocablo ‘musculatura’, y en cambio sean bastantes los que me han comentado sentir reparos a la hora de hacer lo propio con ‘vasculatura’. Probablemente, porque no lo encuentran recogido en muchos diccionarios de lengua española, empezando por el de la Real Academia Española (RAE), que, en cambio, sí registra ‘musculatura’.
Es en verdad llamativa la tendencia de los médicos españoles a admitir como único criterio válido para su lenguaje especializado —que cuenta con veinticinco siglos de historia a sus espaldas— las decisiones de la RAE. Para empezar, y por tratarse de un diccionario general, el Diccionario de la lengua española de la RAE deja fuera gran parte de los tecnicismos. Y no me refiero solo a voces muy especializadas, como hiperaminoaciduria o tadalafilo, sino también a tecnicismos conocidos por un bachiller de cultura media, como aortocoronario, arreflexia, autoinmunitario, biomarcador, bloqueante, centro de salud, colegio de médicos, copago, coronavirus, cubre, estatina, ECG, endovascular, folato, ibuprofeno, índice de masa corporal, médico adjunto, metanálisis, murino, ortorexia, osmolaridad, pélvico, preadolescencia, preclínico, radionúclido, reinfarto, revascularización, seudoanginoso, supraventricular, tarjeta sanitaria, tromboembolia, ungueal (ausentes todos ellos del diccionario académico en 2020). Algunos casos son patidifusantes, como pasa con ‘tiroides’ (que para la RAE únicamente puede ser la glándula endocrina, pese a que desde muchos siglos antes conocemos la existencia de un cartílago con ese nombre) e ‘infusión’ (hasta hace solo un par de años para la RAE únicamente podía ser una tisana; desconoce aún la infusión intravenosa por venoclisis). No es que estas palabras no existan o sean incorrectas, no: ¡claro que existen y gozan de buena salud!; ocurre solo que la Academia no se ha acordado de ellas… todavía.
La restricción del lenguaje médico a los límites estrictos del diccionario académico supondría tal empobrecimiento de nuestro lenguaje especializado que imposibilitaría de todo punto la comunicación científica en español. De hecho, la última edición del diccionario académico contiene unas 93 000 entradas, mientras que el vocabulario médico actual debe de rondar, calculo, ¡el medio millón de unidades léxicas!
En mi opinión, es perfectamente válido emplear la palabra vasculatura para referirse al conjunto de los vasos sanguíneos del organismo, o al sistema vascular de un órgano o una zona del cuerpo. Según convenga, por supuesto, es también válido sustituirla por sistema vascular o, sencillamente, vasos sanguíneos. Eso es ya cuestión de estilo; para traducir el inglés microvasculature, por ejemplo, puedo optar entre ‘microvasculatura’ y ‘sistema capilar’. Que es lo mismo que hago con otros términos anatómicos afines; skeleton significa ‘esqueleto’, claro, pero axial skeleton puede ser también «huesos de la cabeza y del tronco», y thoracic skeleton, la parrilla costal o jaula torácica. De manera análoga, musculature significa ‘musculatura’, pero appendicular musculature suele traducirse más bien por «músculos de las extremidades».
Fernando A. Navarro
Consejo Editorial, Revista Española de Cardiología
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