El pasado mes de febrero, Alfonso Castro Beiras murió en A Coruña. Nacido en Santiago de Compostela en 1944, estudió brillantemente Medicina en la universidad de su ciudad natal. La especialidad de Cardiología, incipiente en aquella época, la hizo en la Clínica Puerta de Hierro, de Madrid. En aquel momento, este hospital era puntero en España, en cuanto a concepto de hospital público y dotación tecnológica. Ello permitió al Dr. A. Castro Beiras adquirir una sólida base clínica que conservó, y amplió, hasta el final de su vida. Pero en Madrid no solo aprendió «el oficio»; tomó conciencia de que los médicos no solo teníamos que curar (o aliviar) a los enfermos, sino que debíamos implicarnos en la creación de estructuras sanitarias que posibilitaran una atención médica universal, de calidad y equitativa. En 1977, al llegar a A Coruña como Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Juan Canalejo, se encontró con la realidad médica gallega, consistente en una moderada actividad asistencial y científica, centrada en Santiago, en las antípodas de su concepto de lo que debía ser la sanidad pública.
Esta circunstancia marcó toda su ulterior trayectoria profesional. No se puede entender su currículum si no se tiene en cuenta esta idea. El gran amor de su vida, quereres íntimos aparte, era Galicia. Recuerdo perfectamente que en una ocasión, a raíz de un cambio político, me comentó: «Ahora podré hacer algo más por Galicia». Y efectivamente, a esta idea ha sido fiel hasta el final.
Sus primeros esfuerzos fueron organizar en el Hospital Juan Canalejo el inexistente Servicio de Cardiología, orientándolo fundamentalmente a una asistencia de calidad, con una característica peculiar (y visionaria en aquella época) consistente en implicar la actividad cardiológica pública externa (ambulatorios) con la actividad asistencial y docente del hospital. En 1991, impulsó el Programa de Transplante Cardiaco en la comunidad gallega, con excelentes resultados hasta la actualidad. En 2005, organizó el Programa de Atención al Infarto Agudo a escala autonómica pluriprovincial, por primera vez en España, también vigente hoy. Consciente de que, en España, la asistencia de la cardiopatía isquémica no era homogénea y era mejorable, se implicó, a través del Ministerio de Sanidad, en la coordinación y elaboración de un documento consensuado con todas las comunidades autónomas que dio lugar al programa «Estrategia de Cardiopatía Isquémica» del Sistema Nacional de Salud, publicado en 2006.
La docencia es otra área a la que dedicó muchos esfuerzos. El programa de los residentes de su servicio tenía una característica novedosa: en el último año, debían asistir durante 6 meses a un centro extranjero de prestigio contrastado, a fin de ampliar horizontes médicos y humanos. Su afán de mejorar globalmente el ámbito de la cardiología española lo llevó a ser Presidente de la Sociedad Española de Cardiología (1997-1999); su huella indeleble de esta etapa fue la puesta en marcha de la Casa del Corazón, en Madrid, de cuyos magníficos frutos somos conscientes todos los cardiólogos de habla hispana.
A lo largo de su vida recibió muchos premios, medallas, condecoraciones y homenajes. Evidentemente le complacían, pero me había comentado que lo más importante de estos reconocimientos no era el boato, sino lo que implicaban. Para él, el halago suponía que su esfuerzo había dado resultados beneficiosos para la sociedad, y ello le daba fuerzas (e ideas) para seguir trabajando para una sanidad mejor. Mantuvo esta actitud hasta el último día de su vida.
Carmen, amorosa esposa, fiel compañera hasta la batalla final, el demonio de la crueldad, celoso de vuestra dicha, quiso vengarse, pero no lo ha logrado; ahora, en el reino de la luz, Alfonso descansa en el seno de unos mares esmeralda parecidos a los de la ría de A Coruña que tanto amaba. Aquí, en el reino de las tinieblas, tú, tus hijas, tus nietas y el resto de la familia seguiréis llorando su ausencia y su prematura huida; los amigos de siempre añoraremos su entrañable amistad, la Sociedad Española de Cardiología nunca podrá olvidar sus esfuerzos para mejorarla, pero sobretodo la invisible presencia del Dr. Castro Beiras acompañará a miles de paisanos gallegos que no han tenido que salir de su Galicia natal, ni tendrán que hacerlo, para beneficiarse de una atención cardiológica de primera calidad. Adiós, amigo.