Todos los médicos estamos bien familiarizados con el formante de origen griego ectomía, que expresa extirpación quirúrgica de una estructura anatómica: amigdalectomía, aneurismectomía, apendicectomía, blefarectomía, colecistectomía, duodenectomía, esplenectomía, gastrectomía, hepatectomía, histerectomía, mastectomía, pleurectomía, tiroidectomía, vasectomía, yeyunectomía, etcétera. De ‘arteria’, pues, ¿arterectomía? De hecho, en inglés suelen decir, sí, arterectomy; pero es que los médicos anglosajones no son nada duchos en griego ni en latín, y cada vez se manejan peor con las normas tradicionales de la terminología médica.
Lo fundamental es entender que en este caso la raíz del vocablo no es *arter-*, sino arteri-. Por eso de ‘pleural’ formamos ‘pleural’, pero de ‘arteria’ no formamos *arteral*, sino ‘arterial’; de ‘yeyuno’ formamos ‘yeyunografía’, pero de ‘arteria’ no formamos *arterografía*, sino ‘arteriografía’; de ‘válvula’ formamos ‘valvulopatía’, pero de ‘arteria’ no formamos *arteropatía*, sino ‘arteriopatía’; de ‘amígdala’ formamos ‘amigdalotomía’, pero de ‘arteria’ no formamos *arterotomía*, sino ‘arteriotomía’; y de ‘tiroides’ formamos ‘tiroidectomía’, pero de ‘arteria’ no formamos *arterectomía* (digan lo que digan en inglés), sino arteriectomía. Idénticas consideraciones cabe hacer, por supuesto, con sus derivados del tipo de endarteriectomía (que veo más *endarterectomía*, por influencia del inglés endarterectomy).
Y algo parecido sucede con ‘pericardiectomía’ (en lugar de *pericardectomía*; en inglés, pericardectomy) y ‘epicardiectomía’ (en lugar de *epicardectomía*; en inglés, epicardectomy).
El problema, por supuesto, no es exclusivo de los cardiólogos. Llama la atención comprobar cómo ningún médico de habla hispana dudaría lo más mínimo para formar, a partir de ‘bacteria’, términos como ‘bacteriano’ (en lugar de *bacterano*), ‘bacteriófago’ (en lugar de *bacterófago*), ‘bacteriología’ (en lugar de *bacterología*), ‘bacterioscopia’ (en lugar de *bacteroscopia*), ‘bacteriostasis’ (en lugar de *bacterostasis*) o ‘bacteriuria’ (en lugar de *bacteruria*); es decir, parece evidente que saben bien que la raíz en el caso de ‘bacteria’ no es *bacter-*, sino ‘bacteri-’; pero luego dicen y escriben *bacteremia* cuando leen en inglés bacteremia (que en español, lógicamente, es ‘bacteriemia’). No solo los cardiólogos, ya digo; ¿o no han oído nunca a una microbióloga decir *clamidemia*, a un ginecólogo decir *endometrectomía*, o a una traumatóloga decir *sinovectomía*? Es cosa del inglés chlamydemia, endometrectomy y synovectomy, por supuesto. Igual que es cosa del inglés calcemia, natremia y potassemia que prácticamente todos los médicos de habla hispana sepamos formar correctamente ‘hipercalciuria’, ‘hipernatriuria’ e ‘hiperpotasiuria’ (¿verdad que *calcuria*, *natruria* y *potasuria* suenan a rayos?), pero luego digamos y escribamos *hipercalcemia*, *hipernatremia* e *hiperpotasemia* en lugar de ‘hipercalciemia’, ‘hipernatriemia’ e ‘hiperpotasiemia’, que serían las formas esperables. Tengo la sensación de que, de tanto leer en inglés, cada vez tenemos menos claro cómo se componen los tecnicismos médicos a partir de formantes griegos y latinos.
Obra de referencia recomendada: Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (3.a edición), en la plataforma Cosnautas disponible en www.cosnautas.com/es/catalogo/librorojo.