Sr. Editor:
Queremos agradecer los comentarios de Barbería-Marcalain et al, que compartimos. Las limitaciones de nuestro estudio ya se detallan en el artículo en el que describimos el síndrome de muerte súbita de varones jóvenes tras detención policial1. Nos gustaría destacar que sólo incluimos muertes súbitas inexplicadas que se produjeron en las primeras 24 h tras la detención policial y que, de hecho, casi un tercio sucedió en el momento del arresto, lo que las diferencia de otras muertes en privación de libertad (ésta sería la traducción recomendada de la expresión death in custody usada en la literatura anglosajona2). Así, por ejemplo, no consideramos inexplicadas, y por lo tanto no las incluimos en nuestra serie, las muertes secundarias a traumatismos o a la intoxicación por drogas.
Aunque se ha señalado la necesidad de crear en nuestro país un registro con todas las muertes acaecidas en privación de libertad2, hoy por hoy no disponemos de dicho registro, por lo que ya en nuestro artículo alertábamos de que «no es descartable que se hayan producido más muertes súbitas e inexplicadas tras detención policial que las descritas»1. La magnitud del problema es desconocida, pero la pista de que posiblemente no sea un problema infrecuente la da un estudio médico-legal francés de 49 autopsias de muertes súbitas relacionadas con el estrés, en el que 4 (8,2%) fueron desencadenadas por detención policial3. Nuestra hipótesis es que estas detenciones producen un incremento brusco de las concentraciones de catecolaminas. Cifras elevadas de estas sustancias se asocian a la miocardiopatía por estrés4 y en varones jóvenes podrían desencadenar más fácilmente una muerte súbita. Estamos de acuerdo en que algunas características de los detenidos (como antecedentes y consumo previo de drogas o fármacos) pueden facilitar la aparición del síndrome, pero no en que sean necesarias para su aparición.