Prácticamente el 100% de los pacientes diabéticos con afectación renal, en cualquiera de sus grados, es hipertenso. El tratamiento de la hipertensión arterial (HTA) en estos pacientes debe enfocarse, como primera medida, hacia el control de la cifras de presión arterial hasta los valores recomendados, pero es imprescindible la utilización de fármacos que hayan demostrado «nefroprotección », es decir, que sean capaces, si no de regresar, al menos de enlentecer la progresión del daño renal. En los últimos años se ha demostrado de forma fehaciente la necesidad de bloquear el sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA) en estos casos, para evitar la acción deletérea de la angiotensina II. Puede ser necesario un bloqueo dual del SRAA con fármacos que presentan una acción complementaria, pero aun así es difícil alcanzar las cifras tensionales deseadas, por lo que deberán asociarse otros agentes antihipertensivos. El tratamiento del paciente hipertenso exige no sólo el control de la presión arterial, sino que debe realizarse un abordaje global del riesgo cardiovascular. Obviamente, es fundamental el óptimo control glucémico, que retrasará la aparición de complicaciones microvasculares y macrovasculares, y evitará, por tanto, un mayor deterioro de la función renal, lo que favorecerá el control tensional.
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