Sr. Editor:
Los pacientes con insuficiencia cardiaca (IC) requieren frecuentes reingresos hospitalarios y, en ellos, el mal cumplimiento es una de las principales causas de nuevas descompensaciones1. Por ello, hemos leído con interés el trabajo de Morcillo et al2 sobre los beneficios obtenidos con un programa educativo domiciliario en el tratamiento de la IC. En esta línea de trabajo podemos aportar datos de un estudio de seguimiento al año de un grupo de pacientes ancianos que habían recibido educación en el ámbito ambulatorio sobre la IC y su tratamiento, con el objetivo de mejorar la cumplimentación y el tratamiento de la enfermedad.
Se incluyó a 66 pacientes > 69 años con IC atendidos en 6 centros de atención primaria de Terrassa (Barcelona). Los criterios de inclusión fueron: independencia para las actividades básicas de la vida diaria (índice de Barthel > 90)3, ausencia de deterioro cognitivo (índice de Pfeiffer < 3 errores)4 y estabilidad clínica de la IC en el momento de la inclusión. Ningún paciente estaba en clase funcional IV de la New York Heart Asociation (NYHA) o con un pronóstico de vida < 3 meses. Se recogieron datos demográficos, la presencia de factores de riesgo cardiovascular, de un ecocardiograma en el año previo, el tipo de la IC, la clase funcional (NYHA), el número de ingresos hospitalarios en el año previo por IC, la cumplimentación del tratamiento farmacológico y dietético, y si habían recibido algún tipo de educación previa sobre IC. Previamente al inicio del estudio, los profesionales sanitarios (médicos, enfermeras y trabajadores sociales) participantes efectuaron un curso de actualización en IC y, conjuntamente, elaboraron un protocolo de actuación, con el objetivo de que la intervención fuese uniforme. La intervención inicial se basaba en explicar en el propio domicilio del paciente, de modo sencillo y didáctico, en qué consiste la enfermedad, el porqué y el cómo del tratamiento farmacológico, dietético e higiénico, y la detección de los principales signos de alarma previos a una descompensación de su IC, facilitando un teléfono de contacto por si era necesario; además, se revaloraba el tratamiento con el objetivo de optimizarlo. Al año de seguimiento se habían efectuado un mínimo de tres controles presenciales de refuerzo en el propio ambulatorio sobre educación en IC en todos los pacientes y/o cuidadores.
Se trataba de 38 mujeres (57,6%) y 28 varones, con una edad media de 78,5 años (en la tabla 1 se muestran las características basales). Refería haber recibido educación previa sobre la IC el 68,2%. El 36% (24 casos) fue identificado como incumplidor. El número de ingresos hospitalarios en el año previo por IC fue de 0,4 (rango, 0-3), con una estancia hospitalaria media de 6 días. Al año de seguimiento se consiguió reducir el porcentaje de pacientes incumplidores (el 36,4 frente al 1,5%; p < 0,0001). Al evaluar el subgrupo de 8 pacientes con más de un ingreso en el año previo, los episodios de reingresos pasaron de 1,4 a 0,4 (p < 0,001), objetivándose además en estos pacientes una reducción de la estancia hospitalaria media (de 11 a 5 días; p = 0,009). Respecto al tratamiento, se consiguió aumentar la prescripción de bloqueadores beta a casi el doble (el 15 frente al 29%; p = 0,09).
Entre las limitaciones del estudio destaca que la muestra es reducida. Es difícil considerar que la reducción de la estancia media hospitalaria pueda deberse a la inclusión en el estudio, aunque puede ayudar el hecho de que los pacientes consulten antes y, por ello, en estadios clínicos menos graves, aunque esta circunstancia no se evaluó como tal en el estudio.
En definitiva, nuestra experiencia parece confirmar que las intervenciones ambulatorias interdisciplinarias sobre educación sanitaria y la revisión del tratamiento en los pacientes de IC y/o sus cuidadores son beneficiosas para el tratamiento de los pacientes, especialmente en aquellos con varios ingresos por IC en el año previo.