Hemos leído con interés el trabajo de Martí-Almor et al1, que describe los resultados de su curva de aprendizaje de ablación de fibrilación auricular (FA) con criobalón en 63 pacientes. Queremos felicitar a los autores, pues creemos que su trabajo refleja las dificultades para iniciar con éxito un programa complejo como es el de la ablación de FA. Sin embargo, pensamos que se debe matizar estos resultados y entenderlos en el contexto de una serie local y pequeña, por lo que no se debe generalizarlos. Desde que se estableció el aislamiento eléctrico de las venas pulmonares como la piedra angular del tratamiento invasivo de la FA, se han desarrollado distintos catéteres con la intención de simplificar una técnica compleja, que requiere tiempo y una formación específica para obtener unos resultados y unas tasas de complicaciones asumibles. La crioablación con balón persigue este objetivo, presumiblemente con una curva de aprendizaje breve y pocas complicaciones, por lo que es muy atractiva para centros que se inician en la ablación de FA e incluso para cardiólogos intervencionistas sin formación electrofisiológica. Actualmente, está demostrado que el éxito de la ablación de FA no solo depende de la experiencia del operador, sino también de la población sometida al procedimiento, la definición de éxito utilizada (más o menos restrictiva) y la intensidad del seguimiento para documentar FA (desde seguimiento clínico a dispositivos implantables). Vogt et al2, en una serie de 605 pacientes con FA paroxística en un único centro con gran experiencia en crioablación, obtuvieron éxito en el 61,6% y precisaron dos catéteres (balones de 23 y 28 mm) en el 47,7% de los casos. En el STOP AF3, la tasa de éxito es similar a la de Martí-Almor et al, pero un 5% de los pacientes requirieron otro catéter para el cierre de brechas y un 19%, un reprocedimiento precoz. Finalmente, el estudio COR4, donde el procedimiento estaba limitado a dos aplicaciones de 300 s por vena pulmonar, el bloqueo bidireccional inmediato solo se consiguió en el 83% de las venas y el éxito final fue del 48%. Todos estos trabajos reflejan que obtener unos resultados aceptables con la técnica de criobalón no es tan «simple» como puede parecer a priori. La discordancia entre el trabajo de Martí-Almor et al y otras series más amplias puede deberse a la definición de éxito (no especificada en este trabajo) y la intensidad del seguimiento. Nosotros, en una serie de pacientes sometidos a ablación de FA con radiofrecuencia y seguidos con Holter insertable 3 meses antes y 1 año tras la ablación5, observamos que muchos pacientes tienen una baja carga arrítmica incluso antes del procedimiento, debido a la característica agrupación en racimos de los episodios de FA. Esto, unido al incremento de episodios asintomáticos tras la ablación, puede hacer que se sobrestime el éxito. Por otro lado, la tasa de complicaciones en la curva de aprendizaje no es despreciable6. Aunque la presencia de una fístula auriculoesofágica es letal, pero anecdótica, la parálisis frénica, el ictus y la hemoptisis, a pesar de que no hayan dejado secuelas, son también complicaciones importantes.
Estamos de acuerdo en que se debe seguir haciendo esfuerzos por simplificar un procedimiento que es complejo. Sin embargo, una interpretación inadecuada de los resultados comunicados en este trabajo puede transmitir una falsa sensación de eficacia y liviandad en la técnica de crioablación de la FA.