ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 52. Núm. 8.
Páginas 641 (Agosto 1999)

Dr. Paul P. David (II)

Dr. Paul P. David (II)

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Recientemente hemos recibido la triste noticia de la pérdida del Dr. Paul David, fundador del Instituto de Cardiología de Montreal, y uno de los cardiólogos que, por su obra, más impronta ha dejado en nuestra especialidad. Dado que su personalidad y biografía han sido extensamente glosadas en el artículo de los Dres. Campeau, Bourassa, Dagenais y Lespérance, mi aportación a su memoria se centrará en la relación personal que tuve el honor de mantener con el Dr. Paul David y en la importancia que, a mi juicio y creo que en el de otros muchos, ha tenido para el desarrollo de la cardiología en nuestro país.

Conocí al Dr. David hace ya 34 años, coincidiendo con el inicio de mi residencia en cardiología en el Instituto de Cardiología de Montreal, cuando todavía estaba ubicado en el Hospital General de Maisonneuve. Recuerdo con especial cariño la cordial acogida que me dispensó en su despacho de dirección. En aquellos momentos era el primer residente español, de una larga lista de más de treinta, que hemos tenido el honor y la suerte de recibir formación cardiológica en esta institución. A través de su trato aprendí a reconocer y, al mismo tiempo a apreciar, las cualidades humanas y profesionales que le adornaban. Entre ellas quisiera destacar su fuerte personalidad, que le confería una gran seguridad en sí mismo y una gran capacidad de liderazgo que le permitieron embarcarse en el proyecto del que hoy conocemos los frutos. Pero, al mismo tiempo, le recuerdo como un hombre afable, accesible, abierto al diálogo y preocupado tanto por el personal a su cargo como por sus pacientes. Dentro de mi experiencia personal, no puedo dejar de mencionar tres ocasiones que me dejaron una profunda huella y que creo ejemplifican adecuadamente las cualidades anteriormente señaladas.

La primera de ellas se remonta a la Navidad de 1965 cuando, siendo un residente recién llegado ­llevaba apenas unos meses en el Instituto­, fui invitado, junto con mi mujer y mi hijo de seis meses, a pasar la velada en su casa con su numerosa familia. Este hecho da idea de su carácter, afable y hospitalario, así como la preocupación por el personal con el que trabajaba. La segunda fue durante mi despedida del Instituto tras concluir el período de residencia. Siempre recordaré su propuesta de que me integrase en el grupo de cardiólogos de la institución. He de reconocer que esta invitación me conmovió y fue un motivo de orgullo, a la vez que sembró numerosas dudas acerca de mis decisiones posteriores. Creo que éste es un excelente ejemplo del carácter abierto que presidía sus decisiones, buscando el interés general de la institución, y que, a su vez, quería imprimir en el funcionamiento del propio Instituto de Cardiología. La tercera tuvo lugar en 1974 en Madrid, mientras paseábamos por los jardines del hospital. En esta ocasión acudía como presidente de la Comisión Canadiense del Convenio Québec-Madrid y nos sorprendió al Dr. Rivera y a mí con la idea de crear un Instituto Médico-Quirúrgico de Cardiología ubicado en alguno de los pabellones entonces existentes en el centro. Para este proyecto nos ofreció su apoyo y colaboración incondicionales, así como la del Instituto de Cardiología de Montreal. La propuesta no fructificó, pero da una clara visión de su carácter emprendedor, lleno de ideas, vitalidad y fuerza de voluntad.

Respecto a la importancia que su figura ha tenido para la cardiología de nuestro país, constituye una buena muestra el episodio descrito anteriormente. En el momento actual de profundas reformas sanitarias, con la implantación de los institutos monográficos medicoquirúrgicos, la puesta en marcha del propio Instituto de Cardiología de Montreal y de la filosofía que llevaba asociada le avalan como un pionero y constituyen un claro punto de referencia para guiar nuestras actuaciones. No dudo de que para muchos de los implicados en estos proyectos en nuestro entorno habrá sido y será un modelo que, indiscutiblemente, tendrán que utilizar si quieren alcanzar unos objetivos equiparables.

He de decir que pese a la importancia que tiene el hecho al que me he referido en el párrafo anterior, el mayor impacto que ha tenido el Dr. David en la cardiología española ha sido en el ámbito de la formación de especialistas. El Instituto de Cardiología de Montreal tiene muchos aspectos en los que ha sido y es sobresaliente (hemodinámica, investigación, cirugía cardiovascular, etc.). Sin embargo, dentro de sus virtudes destaca la inmensa capacidad de docencia que ha tenido y tiene. Así lo atestiguan los numerosos residentes y becarios que han tenido la suerte de poder adquirir sus conocimientos entre sus paredes y con sus profesionales. En el caso de nuestro país ha sido una larga lista de cardiólogos (de los cuales me atrevo a hacer una relación al final de este texto) los que hemos tenido el honor de formarnos, algunos incluso bajo la supervisión directa del Dr. Paul David, como es mi caso. Los mismos que, posteriormente, hemos tenido la ocasión de ejercer en múltiples hospitales de nuestra geografía. Que duda cabe que nuestra permanencia en esta institución ha contribuido de forma decisiva a elevar el nivel de la cardiología en España y a ponerla a la misma altura que en cualquier país desarrollado de nuestro entorno, pues si algo aprendimos fueron las exigencias de calidad en la práctica médica que conlleva el ejercicio de la medicina en el Instituto.

Por otra parte es un hecho indiscutible, en mi opinión, que una institución líder forma no sólo buenos profesionales, sino que también es capaz de seleccionar a líderes. No podía ser menos siendo la obra de una persona que si por algo se distinguía era por su capacidad de liderazgo y de arrastrar voluntades. En este sentido, el Instituto de Cardiología de Montreal ha aportado a nuestro país no solamente buenos cardiólogos, como ya he puesto de manifiesto, sino también personas que han alcanzado puestos de relevancia en la cardiología española. Es indudable que con su trabajo desde tales posiciones de responsabilidad han contribuido a aumentar el prestigio de la misma.

Por último, quisiera que estas reflexiones sirvieran para que la figura del Dr. Paul David permanezca siempre viva entre los que tuvimos la suerte de conocerle y sirva de referencia a las jóvenes generaciones de cardiólogos españoles por su concepción de la cardiología moderna y por los logros que nos ha legado.

No podía terminar estas palabras sin sumarme a las condolencias a su familia, en especial a su esposa, la Dra. Yvette Lemire, y al personal del Instituto de Cardiología de Montreal, muchos de ellos maestros nuestros muy queridos. Es mi deseo que su obra permanezca durante mucho tiempo por el bien de los pacientes y de la cardiología.

Quisiera dejar constancia aquí de los cardiólogos españoles que allí nos formamos. Esta relación es de la que yo tengo conocimiento, bien personalmente, a través del Convenio Quebéc-Madrid o la que aparece en el Anuario 1999 de los «Anciens de L'Intitut de Cardiologie de Montreal» (MAIC): Manuel Abeytua Jiménez, Aurelio Almazán Ceballos, Francisco Alonso Ruiz, Ángel Arenal Maíz, Amadeo Betriu, Xavier Bosch, José Luis Cantalapiedra, Ángel Cequier, Tierry Colman Dejean, Carlos Crexells, Anselmo de la Fuente, Juan Luis Delcán, Enric Esplugas, Manuel Galiñanes, David García Dorado, José Antonio García-Robles, José González Santos, Manuel Guiteras, José Gutiérrez Sánchez, Coro Juanena, Zuheir Rihawi Kabbani, Vicente Fernández Vallejo, Rosa María Lidón, Carlos Maroto, José Jemeney Moreno, Félix-Carlos Pérez-Villa, Luis Pomar, Ignacio Prieto, Antonio Serra, Javier Teixeira, Julio Triviño-Marín y Julio F. Tubau.

Juan Luis Delcán Domínguez

Servicio de Cardiología.

Hospital General Gregorio Marañón. Madrid.

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