Las enfermedades cardiovasculares (ECV) incluyen varios problemas de salud que afectan al corazón y los vasos sanguíneos, como la enfermedad coronaria y el ictus, entre otras. Las ECV siguen siendo la primera causa de muerte en Europa1 y el resto del mundo. Aproximadamente 19 millones de personas fallecieron a causa de alguna de estas enfermedades en 2020, lo que constituye el 32% del total de las defunciones del mundo2; el 85% de las cuales se atribuyeron a infartos de miocardio e ictus. Aunque tradicionalmente se han considerado un problema de la edad, cada vez hay más indicios que destacan la influencia de factores relacionados con el estilo de vida en la salud cardiovascular3, en particular entre los adultos jóvenes4.
Una publicación reciente de Castillo-García et al.5 en Revista Española de Cardiología ofrece un análisis epidemiológico exhaustivo de la incidencia y la prevalencia de factores de riesgo cardiovascular, así como su correlación con el estilo de vida, en personas económicamente activas de 18 a 30 años de edad de España.
Los resultados se basan en una cohorte española de 78.421 adultos jóvenes (el 36% mujeres) de 18 a 30 años (27±2) asegurados por una compañía de prevención de riesgos laborales.
Los autores evaluaron la incidencia, prevalencia y asociación entre factores relacionados con el estilo de vida y factores de riesgo cardiovascular. Se analizaron 3 grupos de variables, evaluadas por la médica o el médico tratante de los participantes, al inicio del estudio y en las visitas anuales: a) variables demográficas: edad, sexo y situación socioeconómica; b) factores relacionados con el estilo de vida: peso (normal, sobrepeso u obesidad), actividad física aeróbica (actividad o inactividad), duración y calidad del sueño, notificados por el propio participante (dormir bien o dormir mal), tabaquismo y consumo de alcohol, y c) factores de riesgo cardiovascular: prediabetes, diabetes, hipercolesterolemia, prehipertensión e hipertensión.
El perfil de riesgo cardiovascular se definió como «saludable» cuando los participantes no presentaban ningún factor de riesgo cardiovascular o solamente 1 de ellos, o como «poco saludable» cuando presentaban 2 o más de estos factores.
Los investigadores calcularon la prevalencia según las mediciones basales. Además, estimaron la incidencia a partir de los datos del seguimiento, incluyendo aquellos participantes con por lo menos 2 exploraciones: 1 en el momento inicial y la última evaluación disponible. Por último, analizaron la asociación independiente entre el estilo de vida y los factores de riesgo cardiovascular, a partir de un análisis transversal y otro prospectivo, mediante regresión logística. Los análisis de cada factor del estilo de vida y los factores de riesgo cardiovascular se ajustaron por edad, sexo, situación socioeconómica, año natural y los demás factores.
Al inicio del estudio, los autores observaron que el 51% de los participantes eran físicamente inactivos, el 40% tenían sobrepeso u obesidad, el 36% eran fumadores, el 23% dormían mal y el 10% eran consumidores de alcohol. El 3,5% de los participantes se ajustaban a un estilo de vida óptimo (tenían peso normal y actividad física, se abstenían de beber o fumar, y lograban dormir bien). Con respecto a los factores de riesgo cardiovascular, el 10% sufrían hipercolesterolemia, el 15% prehipertensión/hipertensión y aproximadamente un 1% tenían prediabetes/diabetes. La prevalencia de un perfil de riesgo cardiovascular «poco saludable» fue considerable (18%).
En el análisis prospectivo hicieron el seguimiento durante 2-5 años (media 2 años) a 44.776 participantes con un perfil de riesgo cardiovascular saludable al inicio del estudio. En la mayoría de los participantes (98%) el perfil de riesgo cardiovascular no cambió. El resto de los participantes (2%) pasó a un perfil poco saludable. El cambio más frecuente fue hacia la hipercolesterolemia (1,49%). Observaron además que el hecho de que todos los factores relacionados con el estilo de vida fueran saludables al inicio del estudio se relacionaba con un menor riesgo de pasar a un perfil de riesgo cardiovascular poco saludable (reducción de la odds ratio [OR] del 38%; intervalo de confianza del 95% [IC95%], −49% a −23%).
La actividad física regular se relacionó con una menor probabilidad de evolucionar a un perfil poco saludable (reducción de la OR del 5%; IC95%, −19% a −1%). Sin embargo, al inicio del estudio, predominaban sobre todo los estilos de vida inactivo o sedentario. Los adultos jóvenes, a menudo atrapados en el ajetreo laboral y los compromisos sociales, pueden descuidar el ejercicio regular.
También se observó una menor probabilidad de que un peso normal pasara a un perfil poco saludable (reducción de la OR del 39%; IC95%, −49% a −30%). El sobrepeso y la obesidad son habitualmente consecuencia de malos hábitos en la alimentación, y se caracterizan por un aporte elevado de alimentos procesados, grasas saturadas y bebidas azucaradas. La elección de alimentos en los adultos jóvenes a menudo está influenciada por el ajetreo de la vida moderna4. El sobrepeso y la obesidad son una causa de preocupación en España, en particular en los individuos de 19 años y mayores, y empieza a una edad muy temprana (el 15,9% en niñas y niños de 3-8 años, y el 11,6%, entre 9-18)6.
Aunque el resto de los factores relacionados con el estilo de vida no se asociaron con pasar a un perfil poco saludable, el hábito tabáquico mostró ser bastante frecuente entre los adultos jóvenes, a pesar del conocimiento generalizado de sus efectos perjudiciales para la salud. En esta población, el entorno laboral estresante y la influencia de los compañeros podrían exacerbar la dependencia al tabaco7.
El consumo excesivo de alcohol también contribuye a la miocardiopatía, siendo también una fuente adicional de calorías que favorece el aumento de peso. En varios estudios se ha sugerido que el consumo de cantidades moderadas de alcohol, en particular vino tinto, podría ser beneficioso para la salud cardiovascular a través de varios mecanismos, incluyendo cambios en el perfil lipídico, en la sensibilidad a la insulina y en la viscosidad sanguínea, debido a sus propiedades antioxidantes8,9. No obstante, el hecho de establecer una relación causa-efecto clara entre el consumo de alcohol y la salud cardiovascular es complicado. En el caso del consumo de vino tinto, deben considerarse otros factores de confusión. Por ejemplo, las personas a las que les gusta el vino tinto pueden tener ingresos más altos, que a menudo se relacionan con un nivel superior de estudios y con una dieta saludable. Además, es difícil diferenciar entre un consumo moderado y uno excesivo, sobre todo en adultos jóvenes con una percepción baja del riesgo a largo plazo, y una mejor tolerancia al consumo excesivo de alcohol y a las resacas. Además, la epidemiología genética sugiere que el consumo de cualquier cantidad de alcohol se relaciona con un aumento del riesgo cardiovascular10.
El sueño desempeña un papel fundamental en la salud cardiovascular, y una duración y calidad insuficientes se relacionan con un mayor riesgo de hipertensión y obesidad11. Los horarios exigentes y el estilo de vida de los trabajadores adultos jóvenes a menudo comprometen el patrón de sueño, lo que lleva a una carencia crónica de sueño y a ritmos circadianos alterados.
Otro comportamiento no incluido en el estudio es el estrés y los factores psicosociales. El lugar de trabajo moderno puede ser una fuente considerable de estrés en adultos jóvenes, que influye en su salud cardiovascular por diversas vías fisiológicas y comportamentales. El estrés crónico activa el sistema nervioso simpático y el eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal12, lo que contribuye a la hipertensión, inflamación y dislipidemia13. Además, los mecanismos de afrontamiento inadaptados, como el trastorno de la conducta alimentaria y el abuso de sustancias, también pueden exacerbar el riesgo cardiovascular.
El estudio de Castillo-García et al.5 hace 2 contribuciones importantes. La primera es que proporciona una foto del estilo de vida y del perfil de riesgo cardiovascular de los adultos jóvenes españoles. La segunda es que sugiere que un perfil de riesgo cardiovascular poco saludable se relaciona de manera inversa con un estilo de vida óptimo. Aunque el objetivo del estudio no fue analizar el impacto de los factores de riesgo cardiovascular en los episodios cardiovasculares, en otros estudios se ha observado que un deterioro del estilo de vida a lo largo del tiempo puede aumentar en aproximadamente un tercio el riesgo de aparición de ECV y de muerte por cualquier causa4.
En consecuencia, las intervenciones de prevención y las estrategias de promoción de la salud dirigidas a los factores de riesgo cardiovascular en trabajadores adultos jóvenes son fundamentales. Requieren un enfoque polifacético que incluya los niveles individual, organizativo y social. Los programas de bienestar en el lugar de trabajo, las iniciativas educativas y las intervenciones políticas pueden desempeñar un papel fundamental en la promoción de un estilo de vida más saludable y en reducir la carga de las ECV en esta población14.
Los factores relacionados con el estilo de vida tienen gran influencia en los resultados de salud cardiovascular de los trabajadores adultos jóvenes. Al estudiar los factores de riesgo modificables, como la falta de actividad física, la dieta poco saludable, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, el estrés y los trastornos del sueño, pueden hacerse muchos progresos para prevenir las ECV y fomentar el bienestar global en esta población. Es esencial la colaboración entre las personas, los profesionales sanitarios, las empresas y los legisladores para implementar intervenciones eficaces y fomentar una cultura de promoción de la salud cardiovascular en el lugar de trabajo15.
La extrapolación de las conclusiones de este estudio requiere tener en cuenta sus limitaciones. En primer lugar, se recopilaron las variables relacionadas con el estilo de vida a partir de la información autodeclarada por los participantes. Los datos proporcionados por los propios participantes se han relacionado con algunos sesgos, como el de deseabilidad social y el de cambio de respuesta, siendo ambos habituales en los estudios sobre el comportamiento16. Por otro lado, un seguimiento corto (2 años de media) puede introducir cierto sesgo hacia la subestimación de la transición entre los patrones del estilo de vida y el perfil de riesgo cardiovascular. Aun así, los resultados obtenidos con estos datos ya son preocupantes.
En conclusión, el estudio de Castillo-García et al.5 muestra que la prevalencia de un perfil poco saludable (es decir, prediabetes/diabetes, prehipertensión/hipertensión o hipercolesterolemia) no es infrecuente en una cohorte española de adultos económicamente activos de 18 a 30 años (18%). Este perfil se relaciona de manera inversa con un estilo de vida óptimo (es decir, un peso normal, actividad física regular, no beber ni fumar, y dormir bien); que es además un perfil bastante inusual (el 3,5% de la población estudiada). Estas observaciones son preocupantes si se tiene en cuenta su posible impacto en la incidencia de las ECV y en la mortalidad prematura.
FINANCIACIÓNNinguna.
CONFLICTO DE INTERESESNinguno.
