Hemos leído con mucho interés el artículo publicado recientemente por Gili et al1, que relaciona los trastornos por consumo de cocaína con la incidencia y la evolución del infarto agudo de miocardio analizando los Conjuntos Mínimos Básicos de Datos (CMBD) de 87 hospitales de nuestro país. El estudio concluye que los trastornos por cocaína aumentan hasta en 3 veces el riesgo de sufrir un infarto de miocardio, con lo que se incrementan la estancia hospitalaria y el gasto.
Como ya apuntan los propios autores, creemos que el diseño del estudio podría tener una limitación debida a la codificación mediante CMBD, que podría subestimar la prevalencia del consumo de cocaína. Si comparamos los datos con un registro prospectivo de nuestro grupo con pacientes consecutivos menores de 50 años, ingresados por síndrome coronario agudo, a los que se interrogaba sistemáticamente sobre antecedentes de consumo crónico de cocaína y se determinaban metabolitos en orina, mostró unas prevalencias de antecedente de consumo de cocaína del 11,7% y de consumo reciente demostrado por determinación en orina del 5,2%2, cifras muy superiores a las obtenidas por Gili et al1 y congruentes con las de otros estudios que realizaban determinaciones sistemáticas de metabolitos en orina3. Por otro lado, existen importantes sesgos en la práctica habitual del interrogatorio de consumo de cocaína en la valoración del dolor torácico. Primero, por el médico que realiza la anamnesis, pues hasta en un 44% de los casos no se interroga sobre el consumo de cocaína, con evidentes diferencias según la situación sociodemográfica del individuo4, y también por el propio paciente, ya que un porcentaje no despreciable no reconoce el consumo de cocaína pese a tener una determinación positiva de sus metabolitos en orina2,3.
Se ha demostrado que el consumo reciente de cocaína asociado a un infarto agudo de miocardio es un importante factor pronóstico en pacientes jóvenes, ya que aumenta las complicaciones propias del infarto agudo de miocardio5 y la mortalidad hospitalaria2. A la vista de la importancia del consumo de cocaína como factor pronóstico y la dificultad de reconocerlo en la asistencia inicial, la guía europea de síndrome coronario agudo recomienda realizar una anamnesis específica sobre el consumo de cocaína y la determinación sistemática de sus metabolitos en orina en la valoración de estos pacientes6.
Valorar la magnitud del problema del consumo de cocaína y el infarto de miocardio mediante los CMBD puede ser una aproximación interesante, pero ¿creen los autores que estas diferencias en la detección del consumo de cocaína entre los estudios condicionan la subestimación de la prevalencia del infarto de miocardio asociado al consumo reciente de cocaína? ¿Esta subestimación y la mayor edad de inclusión de los pacientes con infarto de miocardio pueden haber subestimado el efecto pronóstico del consumo reciente de cocaína en la mortalidad por infarto agudo de miocardio? Desde nuestro punto de vista, creemos importante diferenciar los trastornos por consumo crónico de cocaína, que triplican el riesgo de sufrir un infarto con el infarto agudo de miocardio, de un consumo agudo de cocaína, que aumenta las complicaciones y la mortalidad hospitalaria del infarto. Por todo ello, creemos imprescindible interrogar específicamente a los pacientes con sospecha de infarto de miocardio sobre el consumo crónico de cocaína y determinar sus metabolitos en la orina.