Palabras clave
INTRODUCCIÓN
La enfermedad coronaria isquémica es la mayor causa de mortalidad en países desarrollados. En las últimas décadas se han producido grandes avances en el conocimento de la fisiopatología y en el tratamiento de la enfermedad coronaria que prometen una mayor eficacia en su control. En este artículo se discute el estado actual de los distintos tratamientos convencionales de revascularización miocárdica y las técnicas antiisquémicas más recientes, como la terapia angiogénica con células madre y con factores de crecimiento.
¿REVASCULARIZACIÓN MIOCÁRDICA QUIRÚRGICA O ANGIOPLASTIA PERCUTÁNEA?
Está ampliamente reconocido que la revascularización miocárdica quirúrgica con injertos aortocoronarios es un método efectivo para eliminar la angina de pecho. Más aún, esta cirugía también mejora la expectativa de vida en pacientes con enfermedad coronaria severa y función ventricular izquierda reducida1. El riesgo quirúrgico es relativamente bajo, con una mortalidad hospitalaria no superior al 2%, a pesar del aumento de pacientes con edad avanzada y mayor severidad de la enfermedad coronaria.
La angioplastia percutánea se introdujo más tarde que la revascularización quirúrgica e inicialmente se aplicó a casos de enfermedad coronaria de 1 o 2 vasos. La reestenosis coronaria, con una frecuencia del 25-35%, ha sido el mayor problema de la angioplastia, pero ésta se ha reducido significativamente con la introducción del stent (10-15%) y el stent impregnado (stent farmacoactivo) con agentes inmunodepresores (p. ej., sirolimus) o antineoplásicos (p. ej., paclitaxel) de liberación lenta2-6. Estos avances han permitido que la angioplastia percutánea se aplique a pacientes con enfermedad coronaria más severa, incluidos los pacienes con enfermedad de 3 vasos y del tronco común. El resultado es que un elevado porcentaje de los pacientes que, antes eran tratados quirúrgicamente, ahora reciben angioplastia, un método menos invasivo que no requiere anestesia, acorta la estancia hospitalaria y permite una pronta incorporación al trabajo. Ahora bien, ¿es posible saber cuál de estos 2 tratamientos es realmente más efectivo? Los trabajos clínicos aleatorizados realizados hasta el momento se han llevado a cabo en pacientes preferentemente con enfermedad coronaria de 1 o 2 vasos, con un pequeño porcentaje de pacientes con enfermedad de 3 vasos. Es conocido que la cirugía no mejora el pronóstico de los pacientes con enfermedad coronaria de 1 o 2 vasos1 y, por ello, no es sorprendente que en estos estudios no haya diferencias en la supervivencia entre ambos grupos. A pesar de esta limitación, estos estudios muestran que la cirugía reduce de forma significativa la necesidad de nuevas intervenciones de revascularización miocárdica, que pasa de un 20% en los pacientes con angioplastia a un 5% en los tratados con cirugía7. En pacientes con enfermedad coronaria severa, la mortalidad a los 5 años de seguimiento es 2,5 veces superior en los tratados con angioplastia que en los tratados con cirugía8, y en pacientes diabéticos con enfermedad de 3 vasos la mortalidad es también 2 veces superior con la angioplastia que con la cirugía9. Como comentábamos con anterioridad, los resultados de la angioplastia con stents farmacoactivos han abierto nuevas expectativas en la reducción de la reestenosis coronaria y en el tratamiento de la enfermedad coronaria y, por ello, es necesario realizar nuevos estudios aleatorizados en los que se compare el tratamiento más avanzado en ambas formas de revascularización miocárdica (p. ej., angioplastia con stents farmacoactivos frente a injertos coronarios arteriales).
TIPO DE INJERTO CORONARIO: ¿ARTERIAL O VENOSO?
Los resultados obtenidos con revascularización miocárdica quirúrgica son excelentes a corto y medio plazo, pero estos beneficios se reducen a largo plazo debido al fallo progresivo de los injertos venosos. La práctica más extendida es utilizar la arteria mamaria interna (AMI) para revascularizar la arteria coronaria descendente anterior y la vena safena interna para revascularizar el resto de las arterias coronarias. A pesar de la falta de estudios aleatorizados, está claro que la utilización de la AMI para revascularizar la arteria descendente anterior mejora la supervivencia y reduce la frecuencia de nuevos infartos de miocardio, la recurrencia de angina y la necesidad de nuevas intervenciones cardíacas1,10,11. El 90-95% de los injertos de AMI izquierda permanece permeable 10 años después de la cirugía, mientras que el 70% de las venas está ocluido o presenta enfermedad severa12. El fallo del injerto venoso es la causa de la recurrencia de la angina y de nuevos infartos de miocardio, así como de la necesidad de nuevas intervenciones de revascularización mocárdica13. Es posible argumentar que los mejores resultados con la AMI se deben a que ésta es anastomosada a la arteria descendente anterior, que es la arteria con mayor flujo coronario; sin embargo, esta hipótesis no es válida al haberse demostrado que la permeabilidad de la AMI utilizada para revascularizar otras arterias coronarias distintas de la descendente anterior es igualmente elevada (> 95%) y superior a la observada con injertos venosos14,15. Recientemente, el grupo de la Cleveland Clinic ha confirmado una permeabilidad más elevada de la AMI con respecto a los injertos venosos en todos los territorios coronarios excepto en las lesiones de la arteria coronaria derecha (< 70%)16.
Si las ventajas de una AMI anastomosada a la descendente anterior son claras, la utilidad de las dos AMI es todavía un tema de debate. Los estudios publicados hasta ahora17-29 no han sido aleatorizados, lo que hace difícil su interpretación. Además, las dos AMI han sido utilizadas preferentemente en individuos jóvenes y con menor riesgo quirúrgico y, por ello, cualquier beneficio observado podría atribuirse a la selección de los pacientes más que a un efecto benecioso de las 2 AMI. Hechas estas consideraciones, en un análisis de las publicaciones que utilizan las 2 AMI30 se ha demostrado que su uso reduce la mortalidad en comparación con el empleo de una AMI. La supervivencia mejora cuando ambas AMI se anastomosan al sistema coronario izquierdo31,32 y es peor cuando una de las AMI se anastomosa a la arteria coronaria derecha31, probablemente debido a un mayor desarrollo de la enfermedad aterosclerótica en el tercio distal de esta arteria. Aunque el uso de las dos AMI no aumenta el riesgo quirúrgico, es posible que, debido a la falta de estudios aleatorizados y a la mayor dificultad técnica, el uso de las dos AMI no se haya extendido. La resistencia a utilizar las dos AMI en pacientes con diabetes está basada en un riesgo mayor de infección de la herida esternal33, pero es precisamente este grupo de pacientes que puede beneficiarse enormemente del uso de las dos AMI34-37. Es importante señalar que el riesgo de infección se puede reducir cuando, en lugar de ser disecada como pedículo, la AMI se diseca esqueletonizada38,39.
Sobre la base de los resultados de la AMI es lógico pensar que otros injertos arteriales, como los radiales, los gastroepiploicos y los epigástricos, pueden ser superiores a los injertos venosos. Los buenos resultados clínicos obtenidos con la utilización de la arteria radial a corto, medio y largo plazo40-43 se han visto correspondidos con excelentes índices de permeabilidad (> 95%)42. Como en el caso de la AMI, parece ser que la permeabilidad de la arteria radial es menor cuando ésta se anastomosa a la coronaria derecha44 y, por ello, se ha recomendado que la arteria radial no se utilice para la revascularización de vasos coronarios con estenosis < 70%45,46. A pesar de los buenos resultados con la arteria radial, un grupo de investigadores ha publicado recientemente que ésta tiene una permeabilidad más baja que la AMI y los injertos venosos, sobre todo en mujeres47.
La arteria radial ofrece una gran versatilidad (alcanza todos los territorios coronarios, puede utilizarse como injerto aortocoronario o ser anastomosada a la AMI) y es de fácil disección. El uso de esta arteria como injerto anastomosado proximalmente a la AMI izquierda evita la manipulación de la aorta y permite la revascularización completa, una configuración que produce mejores resultados clínicos que el uso de AMI e injertos venosos a corto y medio plazo48. La tendencia al espasmo de esta arteria observado al comienzo de su utilización49 hizo que su vuelta a la práctica clínica se hiciese con cautela y con el uso de agentes antiespasmódicos. A pesar de que los fármacos antiespasmódicos se emplean con frecuencia, su utilidad clínica no está demostrada. Nosotros no hemos observado espasmos de la arteria radial de significación clínica durante 9 años de uso sistemático de este injerto, inicialmente con el uso de antagonistas del calcio y durante los últimos 3 años sin administrar fármacos antiespasmódicos (experiencia personal no comunicada).
REVASCULARIZACIÓN CON O SIN CIRCUITO CARDIOPULMONAR
Los pacientes que reciben cirugía cardíaca con circulación extracorpórea (CEC) tienen una reacción inflamatoria sistémica que se cree es la causa de un aumento de las complicaciones postoperatorias y la estancia hospitalaria50. Varias intervenciones, como el uso de corticoides51 o aprotinina51, la impregnación de los circuitos con heparina52 y el hemofiltrado53, reducen la reacción inflamatoria producida por la CEC, así como sus consecuencias. Una manera más radical y efectiva de combatir los efectos de la CEC sería evitar su uso. Nuestro grupo ha demostrado en un estudio aleatorizado que la cirugía con el corazón latiendo y sin CEC reduce el estrés oxidativo y la reacción inflamatoria asociados a la CEC54. Ahora bien, ¿cuál es la evidencia de que las operaciones sin CEC reducen las complicaciones postoperatorias? Los resultados iniciales de la revascularización quirúrgica sin CEC mostraron una reducción de las complicaciones cerebrales55, una disminución de la pérdida de sangre y de transfusiones sanguíneas56, y una menor incidencia de fibrilación auricular57 y disfunción renal58. Sin embargo, un análisis de la bibliografía no ha demostrado que la cirugía sin CEC esté asociada con una reducción en la incidencia de fibrilación auricular59, y en estudios de seguimiento no se han observado diferencias significativas entre las intervenciones con y sin CEC60-62.
Los métodos de exposición de las arterias coronarias en la cirugía con el corazón latiendo han mejorado progresivamente y ello ha permitido una rápida difusión de la cirugía sin CEC, pero aún hay controversia sobre la calidad de las anastomosis realizadas y la permeabilidad de los injertos. En un estudio aleatorizado se ha demostrado que 3 meses después de la operación la permeabilidad de los injertos es mayor en la cirugía con CEC que en la cirugía sin CEC63, mientras que en otro estudio también aleatorizado la permeabilidad después de un año de seguimiento fue similar con y sin CEC64.
El acceso quirúrgico a las caras lateral e inferior del ventrículo izquierdo en la revascularización miocárdica sin CEC es difícil en presencia de hipertrofia ventricular y en corazones dilatados con la función disminuida, por lo que la revascularización incompleta es más frecuente en esta cirugía que cuando se utiliza CEC. Es bien conocido que la revascularización incompleta determina los resultados quirúrgicos a corto, medio y largo plazo65-67 y, de acuerdo con este concepto, la supervivencia es también reducida en pacientes operados sin CEC68,69, ya que con frecuencia tienen una incidencia mayor de revascularización incompleta. Precisamente la revascularización incompleta es el factor causante del aumento de reoperaciones de revascularización miocárdica en pacientes operados sin CEC69,70.
Los resultados de la cirugía de revascularización miocárdica con o sin CEC en pacientes de alto riesgo no son tampoco claros y, mientras unos investigadores han publicado que la cirugía sin CEC reduce la mortalidad operatoria71, otros no han observado beneficios72. En pacientes con diabetes los resultados son aún más dispares y algunos estudios muestran que la cirugía sin CEC disminuye las complicaciones perioperatorias73, mientras que otros observan un riesgo perioperatorio mayor74. Está claro que deben llevarse a cabo estudios aleatorizados detallados, con suficiente poder estadístico y con un seguimiento adecuado, para poder identificar el tipo de pacientes y las condiciones clínicas que realmente pueden beneficiarse de la cirugía sin CEC.
ALTERNATIVAS A LA REVASCULARIZACIÓN MIOCÁRDICA CONVENCIONAL
Los pacientes con enfermedad coronaria difusa severa y angina refractaria que no pueden ser tratados con injertos coronarios o angioplastia son de difícil manejo clínico y representan el 12-15% de los candidatos a la revascularización miocárdica75,76. Para tratar a estos pacientes se ha descrito una serie de tratamientos alternativos que se discuten a continuación.
Láser transmiocárdico
Varios investigadores, incluido nuestro grupo, han observado en estudios clínicos aleatorizados que el láser transmiocárdico reduce la angina de pecho y mejora la tolerancia al ejercicio72-82. En un metaanálisis reciente que incluia 7 estudios aleatorizados y 1.053 pacientes tratados con láser transmiocárdico se ha demostrado que tras un año de seguimiento hay una mejora significativa de la angina, pero no de la supervivencia83. Es necesario aclarar que en todos estos estudios la disminución del grado de angina fue más bien modesta y con una duración limitada, no más allá de los 42 meses después de la cirugía81.
El láser transmiocárdico también se ha aplicado como terapia complementaria en los injertos coronarios con el objeto de revascularizar las zonas miocárdicas con arterias coronarias pequeñas e inadecuadas para recibir un injerto y, así, conseguir una revascularización completa84,85. En un estudio aleatorizado, Allen et al84 no observaron reducción de la angina y mejora en la tolerancia al ejercicio, pero sí una disminución de la mortalidad operatoria y una mejora en la supervivencia después de un año de seguimiento. En nuestro estudio, igualmente aleatorizado85, el láser transmiocárdico utilizado en combinación con injertos coronarios tampoco disminuyó el grado de angina con respecto al grupo control, pero la tolerancia al ejercicio mejoró durante los primeros meses de la operación para más tarde desaparecer a los 36 meses de seguimiento.
El mecanismo del modesto beneficio obtenido con el láser transmiocárdico ha sido motivo de debate y el concepto inicial de que el efecto se debía a un aumento del flujo sanguíneo directamente desde el ventrículo a la zona isquémica a través de los canales creados con el láser86,87 ha sido descartado, al demostrarse que estos canales se ocluyen pronto tras su creación88. Tampoco hay acuerdo, tanto en estudios experimentales como clínicos, respecto a si son la angiogénesis y la mejoría en la perfusión las causas del efecto del láser. Así, mientras unos investigadores han sido incapaces de mostrar una mejora del flujo sanguíneo80,81,86,89-91, otros han observado un incremento del flujo79,92-94. Se ha especulado que la denervación cardíaca podría desmpeñar un papel en el efecto del láser95,96, pero este concepto también se ha puesto en entredicho97,98. En un estudio realizado por nuestro grupo se ha most rado que el grado de reducción de la angina es menor con la simpatectomía torácica que con el láser transmiocárdico81. La combinación de la falta de un efecto clínico potente y duradero y la falta de conocimiento del mecanismo de acción son posiblemente las causas de una pérdida de entusiasmo por esta técnica. A pesar de ello, algunos entusiastas continúan aplicando el láser transmiocárdico, a veces con métodos endoscópicos menos invasivos99,100 y en combinación con otras técnicas, como la inyección de células madre101. En estudios experimentales recientes también se ha explorado la eficacia del láser transmiocárdico combinado con terapia génica102.
Denervación cardíaca
La simpatectomía torácica izquierda reduce la an-gina de pecho103, pero es practicada por muy pocos centros en casos de enfermedad coronaria severa sin posibilidad de revascularización con injertos o angioplastia. Nuestro grupo ha demostrado que esta reducción de la angina es transitoria, de forma que a los 42 meses de la simpatectomía torácica los pacientes retornan a un grado de angina similar al que presentaban antes de la operación81. El valor de la simpatectomía torácica es, pues, limitado y sólo debería considerarse como una última alternativa.
Revascularización del sistema venoso coronario
Las venas coronarias no tienen válvulas, lo que permite el flujo retrógrado, y tampoco presentan cambios ateroscleróticos. Por ello, la arterialización del sistema venoso, que consiste en conectar la aorta a la vena adyacente a la arteria con enfermedad coronaria con un injerto, podría ser un modo de irrigar regiones específicas del corazón. En estudios realizados en animales se ha demostrado que la arterialización de las venas cardíacas disminuye el tamaño del infarto de forma ligera104 y los escasos estudios realizados en humanos no han mostrado beneficio clínico105,106. Nuestro grupo ha observado que los injertos conectados al sistema venoso no son duraderos106 y, por tanto, es poco problable que la arterialización del sistema coronario venoso sea una técnica útil para la revascularización del miocardio isquémico.
Comunicación directa del ventrículo izquierdo al sistema arterial coronario
Este concepto de revascularización miocárdiaca fue propuesto casi hace 50 años por Goldman107 y estudiado más tarde en detalle por otros investigadores108-110. En principio, si el flujo coronario anterógrado ocurre preferentemente durante diástole, es difícil comprender que una comunicación entre el ventrículo izquierdo y una arteria coronaria pueda resultar en un flujo sanguíneo adecuado. En contra de esta conjetura, en estudios experimentales se ha mostrado que el flujo sanguíneo miocárdico regional se puede mantener en reposo y en condiciones de aumento del consumo de oxígeno111, y el primer estudio en humanos publicado recientemente ha mostrado que la técnica de colocación del stent ventrículo-coronario es posible112. En estos momentos es difícil valorar el futuro de esta técnica de revascularización miocárdica y está claro que es necesario realizar más investigaciones para determinar su viabilidad y eficacia.
Estimulación de la formación de nuevos vasos sanguíneos con células madre y genes (terapia angiogénica)
La terapia angiogénica es una nueva y prometedora forma de aumentar el flujo sanguíneo a las zonas isquémicas por medio de la estimulación de nuevos vasos sanguíneos o el desarrollo de las colaterales disponibles113. Se ha demostrado que una gran variedad de factores angiogénicos administrados en forma de proteínas o genes puede inducir angiogénesis y crecimiento de las arterias colaterales, lo que resulta en una mejora del flujo sanguíneo regional y en la preservación tisular114-116. A pesar de los prometedores resultados en el laboratorio, los estudios clínicos preliminares realizados hasta el momento no han mostrado un beneficio claro117-121. Los vasos cuyo crecimiento se ha inducido con la sobreexpresión de un solo factor de crecimiento angiogénico no parecen poseer las características morfológicas y funcionales de los capilares maduros122. Así, por ejemplo, el VEGF (vascular endothelium growth factor), que es un gran estimulante de la proliferación y emigración de células endoteliales, genera vasos que con frecuencia son permeables, irregulares e inestables y, además, pueden desarrollar hemangiomas123,124. Esto hace pensar que tras la inducción del estímulo debe haber un proceso de maduración y estabilización de los nuevos vasos sanguíneos. La mayoría de las terapias proangiogénicas propuestas se basan en la administración de un solo factor, como VEGF, que por sí mismo no puede ser suficiente para conseguir el efecto deseado. Aún más, la retirada prematura de VEGF conduce a la regresión de la mayoría de los nuevos vasos sanguíneos formados, lo que pone en entredicho la utilidad de la terapia basada en una estimulación de duración corta125 y, al contrario, una excesiva producción de VEGF causa un edema intenso que puede ser nocivo125. Está claro que en la angiogénesis es preciso determinar el papel desempeñado por cada factor de crecimiento y el efecto mutuo entre los diversos factores, así como el momento, la duración y la dosis de cada uno de los factores de crecimiento aislado y en combinación, de forma que se obtengan vasos sanguíneos estables y con una función normal. La utilización de células madre como vectores de los factores de crecimiento podría ayudar a modular la duración y los niveles de su expresión. La incógnita de si la terapia angiogénica con factores de crecimiento tiene realmente potencial clínico todavía no está resuelta y está a la espera de los resultados de estudios de tercera fase ya en proceso.
Las células madre pueden diferenciarse en prácticamente cualquier tipo de célula y, en teoría, ofrecen un gran potencial para la generación de nuevos vasos sanguíneos en el miocardio. En estudios experimentales y clínicos recientes se ha mostrado que, tras un infarto de miocardio, células de médula ósea inyectadas en el miocardio pueden inducir un grado significativo de regeneración tisular y mejora funcional126-128. El trasplante de células de médula ósea al corazón eleva la expresión de factores angiogénicos129 y mejora la función ventricular y la formación de nuevos vasos130. Se pueden obtener resultados similares, con nueva formación de miocitos, arteriolas y capilares, mediante la movilización de células madre de médula ósea131. El concepto de que células primitivas pueden emigrar a través de la circulación sistémica está sustanciado por la observación de un alto grado de quimerismo en trasplantes de corazón de mujeres donantes a varones132. En contra de esta tesis, se ha observado que la movilización de células madre con factores de crecimiento hematopoyéticos en un modelo de infarto de miocardio en primate no humano no produce reparación miocárdica detectable, aunque se puede observar un cierto grado de angiogénesis en la zona del infarto133.
También se ha utilizado otro tipo de células en la reparación miocárdica para mejorar la perfusión sanguínea, con resultados prometedores. Así, por ejemplo, la inyección de células mononucleares de sangre periférica en el miocardio hibernante del cerdo mejora la perfusión colateral y la función regional134. La administración de sangre del cordón umbilical humano en infartos de miocardio en el ratón también contribuye a la angiogénesis e influye favorablemente en el proceso de remodelado cardíaco135. Otros tipos de células, incluidas las células embrionarias, también han mostrado tener poder angiogénico. No cabe duda de que el uso de las células madre y de genes ha abierto un nuevo horizonte en la terapia angiogénica, pero aún estamos en el comienzo y el camino que hay que recorrer hasta conseguir un conocimiento completo de su potencial y alcanzar su aplicación clínica puede ser largo y arduo. En esta tarea no podemos desestimar los problemas éticos y los efectos secundarios que esta terapia podría conllevar.
CIRUGIA ROBÓTICA
El éxito de la cirugía robótica en varias especialidades quirúrgicas no se ha visto reflejado en la cirugía cardíaca. Todavía no hay evidencia de que la cirugía robótica se pueda realizar con seguridad y de forma rápida y eficaz, y aunque la anastomosis de la AMI a la descendente anterior es posible136 y el desarrollo de estabilizadores endoscópicos ha permitido realizar la cirugía con el corazón latiendo, aún hay serios impedimentos, como la persistencia de movimientos en el área de la anastomosis coronaria137,138 y limitaciones del control manual, la identificación y el seguimiento139,140. Por estas razones, la cirugía robótica no se ha difundido y todavía permanece en el reducto de unos pocos grupos que continúan investigando y perfeccionando su uso. Es posible que avances en otras áreas de la cirugía, como la forma de ejecutar las anastomosis coronarias sin necesidad de usar la sutura convencional, faciliten la incorporación de la robótica a la práctica diaria. No cabe duda de que estas investigaciones y el desarrollo de nuevas tecnologías terminarán ofreciendo un método seguro, rápido y eficaz de revascularización miocárdica con injertos coronarios y con otras terapias discutidas en este artículo.
CONCLUSIONES
Los resultados de la revascularización miocárdica con cirugía son similares o superiores a los de la angioplastia, dependiendo del tipo de pacientes. A pesar de ello, el número de angioplastias con stent coronario es mayor que la revascularización con injertos coronarios, un patrón que ha ido incrementándose con el tiempo. Es dificil modificar esta tendencia debido a que el cardiólogo es quien realiza la angioplastia y, al mismo tiempo, el que sugiere la indicación al paciente, pero es importante reconocer que la capacidad de los stents liberadores de fármacos locales coronarios añade una nueva dimensión en el control de la reestenosis coronaria. Es, pues, concebible que un mejor conocimiento de los mecanismos de la reestenosis coronaria y la llegada de nuevos avances técnicos mejoren los resultados clínicos de la angioplastia en el futuro.
Los resultados de la revascularización quirúrgica con injertos arteriales son superiores a los de los injertos venosos en cuanto a eliminación de los síntomas de angina, supervivencia y necesidad de nuevas intervenciones de revascularización. La selección del tipo de injerto arterial y de la configuración de los injertos depende de la experiencia y la habilidad personal de cada cirujano, pero actualmente no hay justificación para no utilizar injertos arteriales. A pesar del entusiasmo puesto en la cirugía sin CEC, los resultados obtenidos hasta el momento no han mostrado una ventaja clara sobre la cirugía con CEC. Al contrario, la posibilidad de una reducción en la permeabilidad de los injertos y la mayor ocurrencia de revascularización incompleta en la cirugía sin CEC representan una limitación importante de esta técnica. Posiblemente, la indicación más clara de la cirugía sin CEC es la situación de aterosclerosis y calcificación de la aorta ascendente, en que no manipular la aorta es fundamental para evitar complicaciones embólicas.
Los pacientes con enfermedad difusa coronaria y angina refractaria que no pueden recibir injertos coronarios o angioplastia pueden ser tratados con una serie de tratamientos alternativos, pero desafortunadamente algunos de estos tratamientos no son efectivos o no eliminan por completo la angina como lo puede hacer la terapia convencional y, a veces, el modesto beneficio obtenido no es permanente. La estimulación del crecimiento de nuevos vasos con células madre y genes para sobreexpresar factores de crecimiento es una terapia prometedora, pero este tramiento está en su infancia y aún queda un largo camino por recorrer hasta aclarar su eficacia clínica.
AGRADECIMIENTOS
Deseamos agradecer la colaboración técnica de Mrs. Nicola Harris en la preparación de este artículo.
Correspondencia: Prof. M. Galiñanes.
Cardiac Surgery Unit. Department of Cardiovascular Sciences. University of Leicester. Glenfield Hospital.
Leicester LE3 9QP. Reino Unido.
Correo electrónico: mg50@le.ac.uk