Lo primero, agradecer el interés mostrado por Fernández-Rodríguez et al en nuestro artículo1. Creemos que refleja una realidad en nuestro medio, que estamos tratando a los pacientes conservadoramente solo por edad, fragilidad y/o comorbilidad, y parece que eso tiene repercusión pronóstica2. Coincidimos en que la identificación de la lesión culpable en pacientes con enfermedad multivaso es compleja, y nuestra intención era promover la duda razonable acerca de los beneficios de una revascularización más completa, que en la mayoría de las ocasiones es factible (nuestros pacientes presentaban lesiones susceptibles de revascularización percutánea en porcentajes muy significativos y probablemente superiores si se considera la revascularización quirúrgica).
Coincidimos también en que la cirugía es la forma de obtener con mayor frecuencia revascularización completa, pero la población de nuestro estudio es motivo de controversia. A falta de estudios aleatorizados y respecto a los señalados por Fernández-Rodríguez et al en su carta3,4, cabe comentar únicamente que los beneficios esperados se producen a medio-largo plazo (para tener en cuenta en octogenarios), que a esas edades la cantidad de años no siempre es lo principal (calidad de vida, tiempo de estancia, dependencia de terceros, etc.) y que, a pesar de los intentos de limitar los sesgos mediante controles, uno tiende a pensar que la población octogenaria intervenida quirúrgicamente presenta un perfil de riesgo algo mejor.
La agresión inicial de la revascularización percutánea es menor y por este motivo muchas veces es la preferida, pero coincidimos en que, si el paciente es operable, el objetivo es la revascularización completa y por ello la cirugía debe seguir siendo una opción que considerar. En cualquier caso, nuestro estudio muestra que sigue habiendo cierta renuencia a completar la revascularización y ello podría ser una causa corregible del mal pronóstico de los octogenarios ingresados por síndrome coronario agudo.