Agradecemos muy sinceramente el interés de Lozano et al por nuestro artículo1 y acompañamos algunas observaciones a sus comentarios.
A pesar de las limitaciones inherentes del equipo cardiaco1, la toma de decisiones colectivas en cardiología desempeña un papel fundamental. Dicha toma de decisiones vendrá condicionada por las características específicas y las preferencias de cada paciente, y por la disponibilidad de recursos, y podrá ser modificada tanto por el funcionamiento interno del equipo cardiaco como por la supervisión de sus resultados por las autoridades sanitarias.
Uno de los modelos asistenciales más destacados es el del Estado de Nueva York2. La autoridad sanitaria audita y evalúa los procesos asistenciales basándose en registros estandarizados y obligatorios derivados de datos de pacientes individuales. Los resultados son públicos y anuales, y contienen datos sobre intervencionismo coronario, cirugía cardiaca y cirugía cardiaca pediátrica que se ajustan según factores de riesgo clínico. La publicidad de estos registros ha llevado a una homogeneización en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares y en la actuación de los equipos cardiacos de dicho Estado. Todo esto ha permitido reducir drásticamente la mortalidad.
Coincidimos con Lozano et al en que la dificultad de remitir a pacientes a otros centros, la falta de transparencia en las listas de espera, las auditorías basadas en datos administrativos y la progresiva pérdida de peso de los cardiólogos clínicos en la toma de decisiones son aspectos a mejorar en nuestro sistema sanitario.
Sin embargo, nuestra crítica previa1 de las limitaciones del equipo cardiaco podría quedar en un mero ejercicio mental si la evaluación de un determinado sistema de toma de decisiones no viene soportada por datos tangibles. Es aquí donde iniciativas para evaluar resultados de salud en patología cardiovascular, como INCARDIO3, son muy importantes para determinar si las actuaciones de un determinado grupo se ajustan a los objetivos de calidad asistencial exigibles.
Por todo ello, es necesario que las sociedades científicas elaboren, además de las guías de práctica clínica para el tratamiento de enfermedades concretas, protocolos de actuación para los equipos cardiacos. Asimismo, los centros deberían adjuntar las conclusiones de las reuniones del equipo cardiaco a la documentación de los pacientes, y finalmente, las autoridades sanitarias tendrían que evaluar los centros según la adherencia a dichos protocolos.
En conclusión, la estandarización y la protocolización de la actuación de los equipos cardiacos y la ulterior evaluación de sus resultados son imperativas para mejorar la toma de decisiones clínicas en nuestro país.