El día 1 de febrero de 2021 José Alfonso Jurado López fallecía víctima de la pandemia causada por el SARS-CoV-2 y que tantas vidas se está cobrando. Con 68 años de edad, tras algunas semanas con COVID-19 y varios días ingresado en el Hospital Universitario La Paz de Madrid, donde ejerce su hijo Alfonso Jurado Román, se fue.
Alfonso, como le conocíamos los más cercanos, fue durante muchos años Jefe de Servicios Médicos y responsable del Servicio de Ergometría y de Cardiología Nuclear del Instituto de Cardiología de Madrid (ICM), para muchos «la escuela», ya que así se llamó en su origen: Escuela Nacional de Enfermedades del Tórax. Allí compartió su vida y trabajo con muchos compañeros de entrañable recuerdo, con los que no solo mantuvo una relación laboral, sino —como no podría ser de otra manera conociendo a Alfonso— de amistad y respeto.
Fue el impulsor de la Cardiología Nuclear en el ICM y uno de los pioneros españoles en este campo. Gracias a su capacidad de trabajo en equipo, el año 1992 creó la Unidad de Cardiología Nuclear en colaboración con el Departamento de Medicina Nuclear de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. En 1999 se puso en marcha una técnica nueva, la gated-SPECT, y en 2001 la cardiología nuclear se convirtió en una actividad propia del hospital con la creación de una unidad dedicada, que se dotó de gamma-cámara y una plaza de especialista en Medicina Nuclear. Alfonso realizó en la docencia del hospital una labor muy importante que no olvidamos todos los médicos residentes que pasamos por el ICM. Este trabajo supuso un gran avance en el uso de estas técnicas, que tan útiles han sido en su aplicación clínica para las nuevas generaciones de especialistas.
Muestra de la investigación que desarrolló en el campo de la cardiopatía isquémica con técnicas nucleares son 18 ponencias invitadas, 92 comunicaciones en congresos, 24 artículos publicados en revistas especializadas, 4 capítulos en libros de cardiología nuclear y 4 tesis doctorales. Además, participó en 5 estudios multicéntricos y obtuvo diversos premios y becas de investigación.
En sus últimos años de vida activa, desde su puesto en la Unidad de Evaluación de Tecnología Sanitaria de la Consejería de Sanidad de Madrid, Alfonso nos dio un ejemplo al ser capaz de conseguir que numerosos profesionales repartidos por todo el país aunaran sus esfuerzos en la recogida de datos y publicaciones varias. Era inagotable…
Alfonso colaboró y ayudó generosa y desinteresadamente a los muchos médicos que se formaron el ICM. Tras su partida, muchos somos los que hemos sentido la necesidad de expresar nuestro cariño, respeto, admiración y agradecimiento. Algunos maravillándose por cómo sistemáticamente anotaba, tachaba y volvía a anotar absolutamente todo en su agenda, escudándose en ser «el tío más desorganizado y olvidadizo del mundo». Otros recordándolo como el gran maestro que fue, capaz de transmitir verdadero amor por la cardiología nuclear, pero también por su cercanía con sus residentes, que podían consultarle cualquier problema, como si se tratara de un padre o del mejor de los amigos. Aquellos que se sintieron acogidos por él al llegar Madrid, a quien en su primera guardia le enseñó a hacer café en la melita o diapositivas en Harvard Graphics, antes de que existiera el PowerPoint, y a no dejar de mirar la pantalla del ECG durante la prueba de esfuerzo. Forofo del Real Madrid, los lunes buscaba con quien compartir en el hospital el partido del fin de semana y analizar el porqué de cada jugada, discutiendo hasta que su interlocutor abandonaba. Luchador incansable y un ganador en todos los campos, estamos seguros de que estará en el cielo organizándolo todo, ¡incluso alguna partida de mus!
Alfonso tenía tres pasiones en su vida y, naturalmente, cada una en su sitio; su familia, su trabajo y su Real Madrid. Disfrutaba y daba importancia máxima a cada momento. A todo le dedicó tiempo, entusiasmo, pasión y dedicación, porque así era él… una gran persona, un excelente profesional y un insuperable esposo y padre.
Como dijo san Juan de la Cruz: al final de la vida nos examinarán del amor. De ello, nuestro amigo tenía en abundancia.
Gracias, Alfonso, por la huella que has dejado en nosotros.