Sra. Editora:
Agradecemos a Rodriguez-Bailón et al el interés mostrado por nuestro trabajo publicado en Revista Española de Cardiologia 1 y quisiéramos hacer algunas puntualizaciones a sus comentarios. Dos revisiones de varias series2, 3 del tratamiento con válvula aórtica percutánea CoreValve y un estudio4 con numerosos pacientes, publicados recientemente, muestran una clara tendencia a la reducción en el número y/o el grado de las fugas perivalvulares de forma precoz. A nuestro entender, la diferencia de resultados con la serie de Rodríguez-Bailón et al estaría en cuestiones de carácter metodológico, con criterios diferentes a la hora de «cuantificar» dichas fugas. Hay controversia entre ecocardiografistas expertos sobre si se deben valorar igual las regurgitaciones perivalvulares y las centrales o si estas se deben clasificar en cuatro grados o en tres como se recomienda en las recientes guías para valoración de prótesis. Por otro lado, el concepto de «reducción» de fuga también difiere en los estudios, definiéndose en algunos una reducción significativa cuando es mayor de un grado o, en otros estudios como el nuestro, cuando es de al menos un grado. Por último, en los datos aportados por Rodríguez-Bailón et al se observa una disminución en la frecuencia de regurgitaciones moderadas y un aumento de las triviales en el seguimiento, interpretada como ausencia de cambios al obtener buena concordancia (κ=0,724). En nuestra opinión, no parece que el estadístico kappa sea el instrumento más adecuado para evaluar los cambios en el tiempo de una variable cuantitativa ordinal, como es el grado de regurgitación. Probablemente un test no paramétrico, como la prueba de Wilcoxon, para datos apareados, resultaría más adecuada en este contexto. En un análisis reciente de nuestra serie (92 casos hasta enero de 2011) hemos obtenido resultados similares al mes (mejoría significativa de fugas, p<0,001) y sin cambio hasta el año (p=0,09), con lo que se elimina el sesgo del reducido número de pacientes. Insistimos en la autoexpansibilidad de la prótesis como causa probable de esta reducción, al igual que otros autores, basándonos en la observación ecocardiográfica de que esto ocurre en los primeros días tras el procedimiento, y no parece posible que en nuestra serie ocurra más trombosis periprotésica que en otras, al seguir el régimen antitrombótico recomendado por los fabricantes.
Por último, también hemos confirmado en los últimos datos actualizados de nuestra serie la reducción precoz de la hipertrofia ventricular (p<0,05), hecho también comunicado recientemente por otros autores5, por lo que de nuevo discordancias metodológicas podrían estar detrás de diferencias entre series.
En cualquier caso, compartimos con Rodríguez-Bailón et al la necesidad de estudios más amplios que permitan aclarar estas «discrepancias», pero quizá lo primordial sería la unificación de criterios metodológicos y de definición de variables y objetivos.
Autor para correspondencia: mamenl@hotmail.com