ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 55. Núm. 10.
Páginas 1105-1106 (Octubre 2002)

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Araceli Boraita Péreza

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Sr. Editor:

Quiero agradecer a los Dres. Barriales Vila, Moris de la Tassa y Penas Lado el interés mostrado por mi editorial publicado en su Revista1. Agradezco sus interesantes comentarios, aunque discrepo en algunas de sus reflexiones sobre la finalidad de los reconocimientos cardiológicos preparticipación deportiva (RCPD).

El RCPD tiene como objeto detectar de forma precoz aquellas patologías cardíacas capaces de constituir un riesgo de muerte súbita en el deportista. Por tanto, la población susceptible es muy grande, ya que más de 12 millones de españoles practican deporte bien de forma federada bien como afición. Esto implica que las pruebas diagnósticas que deben incluirse en este tipo de reconocimiento, además de sensibles y específicas, deben ser sencillas y económicas. El RCPD reúne casi todos los requisitos para ser considerado de interés público, pero a pesar de esto no está aceptado ni reconocido por los responsables de Salud de la mayoría de los países, ni siquiera por la mayoría de las federaciones deportivas2. De hecho, en muchos países del mundo, al igual que en España, sólo se exige pasar reconocimiento médico en determinados deportes y actividades de riesgo como boxeo, caza, buceo, motonáutica o motociclismo. Esta falta de difusión está fundamentalmente basada en razones económicas de coste-efectividad y su coste no es asumido por los Servicios Nacionales de Salud ni por los particulares.

Por otro lado, las causas de muerte súbita son muy distintas según la edad del deportista3, y en los jóvenes (< 30 años), grupo en el que se incluye la mayoría de los deportistas de alto nivel, según el trabajo de Suárez-Mier y Aguilera4, en España la miocardiopatía arritmogénica del ventrículo derecho constituye alrededor de un cuarto de todas las causas. A diferencia con otras series publicadas, la miocardiopatía hipertrófica y las anomalías de las arterias coronarias (2 casos) presentan una escasa prevalencia y, como señalan las propias autoras, aunque se deba probablemente a que son de órganos procedentes de autopsias judiciales en las que los médicos forenses han diagnosticado previamente estas patologías, no hay que descartar que se deba en parte a la eficacia característica de los RCPD que se hacen en nuestro país, aunque están muy lejos de lo que deberían ser.

Por estas razones, el Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte propone un protocolo de cribado sencillo que pueda ser aplicado en toda la población, pero siempre conservando la capacidad para identificar o al menos sospechar la presencia de patología cardíaca de riesgo5. De hecho, en el reconocimiento cardiológico avanzado destinado al deportista joven de competición, además de una prueba de esfuerzo máxima, se incluye un ecocardiograma Doppler transtorácico con el objeto de identificar las posibles anomalías en el origen de las arterias coronarias y detectar miocardiopatías hipertróficas que hayan pasado desapercibidas por cursar con ECG poco típico e incluso normal, ya que, desgraciadamente, la miocardiopatía arritmogénica puede pasar desapercibida con estas exploraciones incluso en manos expertas. En mi experiencia personal de reconocimientos cardiológicos a la población española de deportistas de alto nivel, lo que supone más de 5.000 deportistas diferentes a lo largo de cuatro ciclos olímpicos, se ha podido identificar de forma clara el ostium y el trayecto inicial de ambas arterias coronarias en la práctica totalidad de ellos. Por otro lado, en ninguno de los deportistas excluidos se ha sospechado una anomalía coronaria, cosa que no ha sucedido igual con la miocardiopatía hipertrófica o arritmogénica que, ante la duda diagnóstica, ha sido necesario completar el estudio con otras exploraciones, algunas incluso cruentas. De hecho, en los dos únicos casos de muerte súbita acontecidos en esta población, las causas del fallecimiento han sido una anafilaxia inducida por el ejercicio y una miocardiopatía arritmogénica biventricular subepicárdica difusa y parcheada.

Alguien podría pensar que esta población está seleccionada y, por tanto, es muy poco probable que un deportista con una anomalía coronaria llegue a la alta competición, ya que el deporte de alto nivel se caracteriza por una exigencia muy elevada y estas malformaciones limitarían el rendimiento deportivo. Sin embargo, me gustaría destacar que, aunque esto es cierto, hay una población para los deportes de moderada y alta demanda cardiovascular entre las que se incluyen 34 especialidades deportivas, algunas con bajo componente estático y dinámico, y por tanto con baja demanda cardiovascular, por lo que sería posible llegar a la alta competición con estas anomalías.

Sin ninguna duda, ante un deportista en el que existe la sospecha fundada de una anomalía coronaria, estaría indicada la realización de otras pruebas diagnósticas antes de concederle el consentimiento para la práctica de deporte de competición, como el ecocardiograma transesofágico, la tomografía computarizada helicoidal con contraste intravenoso o la angiorresonancia magnética. Pero esta situación es muy distinta cuando se considera que estas técnicas deben incluirse en el reconocimiento cardiológico del deportista de alta competición o en el RCPD de cribado para deporte base o recreacional intenso.

Espero que en un futuro no muy lejano, y gracias a trabajos como el de Suárez-Mier y Aguilera y a la labor que se está realizando desde la Sociedad Española de Cardiología y la Federación Española de Medicina del Deporte, los RCPD avanzados con inclusión de un ecocardiograma no se limiten a los deportistas de alto nivel, sino que se extiendan a toda la población joven que practica deporte organizado o recreacional intenso.

Bibliografía
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Boraita A..
Muerte súbita y deporte..
¿Hay alguna manera de prevenirla en los deportistas? Rev Esp Cardiol, (2002), 55 pp. 333-6
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MacAuley D..
Does preseason screening for cardiac disease really work?: the British perspective..
Med Sci Sports Exerc, (1998), 30 pp. S345-S50
[3]
Boraita A, Serratosa L..
Muerte súbita en el deportista. Requerimientos mínimos antes de realizar deporte de competición..
Rev Esp Cardiol, (1999), 52 pp. 1139-45
[4]
Suárez-Mier MP, Aguilera B..
Causas de muerte súbita asociada al deporte en España..
Rev Esp Cardiol, (2002), 55 pp. 347-58
[5]
Boraita Pérez A, Baño Rodrigo A, Berrazueta Fernández JR, Lamiel Alcaine R, Luengo Fernández E, Manonelles Marqueta P, et al..
Guías de práctica clínica de la Sociedad Española de Cardiología sobre la actividad física en el cardiópata..
Rev Esp Cardiol, (2000), 53 pp. 684-726
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