Sra. Editora:
En los servicios de urgencias hospitalarios, el dolor torácico es un motivo de consulta frecuente. En este sentido, hemos leído con interés el editorial recientemente aparecido en R evista E spañola de C ardiología 1. En este, al igual que en otros trabajos2, 3, se revisa la contribución que determinadas exploraciones de imagen no invasivas hacen a la evaluación de los pacientes con dolor torácico. En concreto, la angiografía por tomografía computarizada (TC) está alcanzando un auge notable debido a los prometedores resultados presentados por distintos autores4, 5. Hasta donde conocemos, su uso en nuestro medio, más allá de su inclusión en protocolos de investigación clínica, es escaso, por lo que es difícil establecer si su comportamiento y sus resultados son superponibles a los de la literatura anglosajona. Para comprobar este hecho, nos gustaría aportar nuestra experiencia.
Durante el año 2008, en la unidad de dolor torácico (UDT) de nuestro servicio de urgencias se seleccionó a un subgrupo de pacientes atendidos durante el horario de disponibilidad de la angiografía por TC y que, tras la aplicación del protocolo diagnóstico de la UDT, eran catalogados de bajo riesgo. En total, 319 (29,3%) de 1.087 elegibles6. De estos, el estudio seleccionaba a aquellos sin antecedentes de enfermedad coronaria, con al menos un factor de riesgo coronario y sin contraindicaciones para la angiografía por TC. La cifra anterior quedó reducida a 54 (16,9%) pacientes de los 319, después de que 1 paciente rehusara participar. Por lo tanto, nuestra primera apreciación es que, en las condiciones clínicas habituales, el porcentaje de pacientes que finalmente son aptos para la angiografía por TC es bajo (en nuestro caso, alrededor del 20%) y, desde esta perspectiva, actualmente no es una exploración generalizable a todos los pacientes con dolor torácico de bajo riesgo. Aun con la inclusión de los 110 pacientes excluidos por no presentar factores de riesgo coronario, los pacientes aptos rondarían el 50% —164 (51,4%) de 319—, similar al del estudio de Goldstein et al4. En segundo lugar, nos gustaría destacar también el alto porcentaje de falsos positivos que hallamos en nuestro estudio, en concreto un 33%6. Estos resultados concuerdan con las afirmaciones de Kontos1, en el sentido de que la angiografía por TC obliga a utilizar otras exploraciones no invasivas para evaluar correctamente el dolor torácico y aumenta el porcentaje de cateterismos cardiacos. Pensamos que estos hallazgos, probablemente mejorables con el tiempo conforme los exploradores adquieran más experiencia y las máquinas incrementen su resolución, son una segunda razón importante para poner en entredicho el valor actual, en condiciones clínicas reales, de la angiografía por TC.
Sin embargo, no somos pesimistas en cuanto a la utilidad futura de la angiografía por TC, todo lo contrario. Los resultados de estudios controlados son notables y, para los médicos de urgencias, sometidos con frecuencia a una presión asistencial alta, esperanzadores. La sola posibilidad de acortar el tiempo de estancia en urgencias de estos pacientes en varias horas, y hacerlo de forma segura y más barata, anima a seguir profundizando en futuros estudios de qué manera y en qué subgrupo de pacientes la angiografía por TC se abre paso en los protocolos de evaluación de los pacientes con dolor torácico en los servicios de urgencias hospitalarios.
Autor para correspondencia: msanchez@clinic.ub.es