Tras leer la interesante carta de Greciano et al1, nos gustaría hacer varias consideraciones.
En primer lugar, consideramos fundamental analizar cómo prescribimos los médicos, para comprender tendencias y buscar puntos de mejora. Ahora bien, que se analice el número de prescripciones de los fármacos antihipertensivos sin que se ponga en su contexto clínico adecuado, lo consideramos totalmente insuficiente. El que haya aumentado la prescripción de fármacos antihipertensivos en los últimos años, en principio, en sí mismo, no es bueno ni malo. Creemos que habría que haberlo correlacionado de alguna manera con el control de la presión arterial obtenido en ese periodo de tiempo, así como con la incidencia de ictus y de cardiopatía isquémica.
Nosotros consideramos que son múltiples las razones por las cuales se prescriben más fármacos antihipertensivos, entre las que se incluyen no solo el envejecimiento de la población (la hipertensión es más frecuente en el paciente anciano), sino también que, desgraciadamente, cada vez es más frecuente la hipertensión arterial en el joven debido a los malos hábitos de vida. Únicamente por eso se justificaría una mayor prescripción. Pero es que, además, afortunadamente los médicos cada vez estamos más concienciados de lo importante que es reducir la presión arterial hasta los objetivos recomendados, incluso en los pacientes con hipertensión arterial leve. Aunque los ensayos clínicos no hayan podido demostrar claramente beneficios clínicos del tratamiento antihipertensivo en los pacientes con hipertensión arterial leve2, no hay que olvidar que el seguimiento medio de estos estudios es de 2-5 años, tiempo insuficiente para demostrar un beneficio en esta población. Sin embargo, es evidente que son pacientes que van a tener más eventos a largo plazo que otros sujetos de la misma edad sin hipertensión arterial.
Los datos del estudio PRESCAP demuestran que el control de la hipertensión arterial ha mejorado en España en la última década, principalmente debido a un mayor uso de la terapia combinada y a una menor inercia terapéutica3,4. Esto no solo ha ocurrido en España, sino también en otros países de nuestro entorno5. Y lo que es más importante, el mayor uso de la terapia combinada se ha traducido en un menor número de eventos cardiovasculares6.
En lo que sí estamos plenamente de acuerdo con los autores es en que el control de la presión arterial es todavía muy mejorable en España. Por lo tanto, es muy probable que, aunque haya aumentado la prescripción de fármacos antihipertensivos en los últimos años, este incremento todavía sea insuficiente (o las dosis empleadas) si lo que queremos realmente es obtener un control aceptable de la hipertensión arterial en nuestro país y secundariamente, que nuestros pacientes hipertensos tengan menos complicaciones cardiovasculares.