Objetivos: Determinar la importancia de la puerta de entrada (PE) sobre el pronóstico de la endocarditis infecciosa (EI) y hacer énfasis en un grupo de riesgo particular: EI asociada a un catéter intravascular (cat iv).
Métodos: Analizamos 925 episodios consecutivos de EI recogidos de forma prospectiva en 3 hospitales terciarios desde 1996. Los casos relacionados con las PE más frecuentes se clasificaron en 4 grupos (G): G-I (n = 419): desconocida; G-II (n = 58): procedimientos dentales; G-III (n = 25): procedimientos genitourinarios; G-IV (n = 102): cat iv. Para un segundo análisis se clasificaron en 2 grupos: G-A (n = 102): EI asociada a cat iv; y G-B (n = 823): episodios con PE distinta.
Resultados: La edad, el sexo y la presencia de cardiopatía previa fueron similares entre los grupos. El origen nosocomial predominó en los G-III y IV (p < 0,001). La insuficiencia renal crónica fue significativamente más frecuente en el G-IV y el cáncer en los G-III y IV. Enterococcus fue aislado con mayor frecuencia en el G-III (36%, p < 0,001) y S. aureus y los estafilococos coagulasa-negativos (SCN) lo fueron en el G-IV (34,0% y 34,3%, respectivamente, p < 0,001). La evolución en el G-II fue mejor, con menor frecuencia de shock séptico (SS) (p = 0,05), necesidad de cirugía (p = 0,05) y mortalidad (p < 0,001). No hubo diferencias en el pronóstico entre los demás grupos. En el segundo análisis no hubo diferencias en la presencia de cardiopatía previa y la profilaxis antibiótica entre los dos grupos. Los pacientes del G-A presentaban más comorbilidades: diabetes (p < 0,001), inmunosupresión (p = 0,002), anemia crónica (p < 0,001), insuficiencia renal (p < 0,001), cáncer (p < 0,001) y enfermedad pulmonar crónica (p = 0,02). El inicio agudo fue más común en el G-A (64,4% vs 45,5%, p = 0,01). S. aureus y SCN fueron aislados más frecuentemente en el G-A, mientras que los estreptococos fueron más comunes en el G-B (p < 0,001). En la evolución, los pacientes del G-A desarrollaron SS con más frecuencia (28,3% vs 16,9%, p = 0,005) mientras que la proporción de insuficiencia valvular (52.9% vs 64.7%, p = 0,02) e insuficiencia cardiaca fue mayor en el G-B. La necesidad de cirugía fue similar (p = 0,155) pero la mortalidad fue mayor en el G-A (37,3% vs 25,8%, p = 0,015).
Conclusiones: La PE determina en gran medida el pronóstico de la EI. Los pacientes con EI asociada a catéter constituyen un grupo vulnerable con un peor pronóstico.