Introducción
Dr. Juan José Gómez Doblas
Presidente del Comité Científico del Congreso
Comité ejecutivo
Comité de evaluadores
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Índice de autores
Introducción y objetivos: La endocarditis infecciosa (EI) es una grave enfermedad, cuyas características epidemiológicas y microbiológicas se han modificado en las últimas décadas. Aunque la mayor parte de las EI son producidas por estreptococos, estafilococos y enterococos, existen otros microorganismos que pueden causar una EI, entre ellos, los hongos. El objetivo de nuestro estudio es analizar las características clínicas y el perfil pronóstico de este tipo de EI.
Métodos: Para ello, hemos analizado todos los casos de EI diagnosticados de forma consecutiva en nuestro centro entre 1987 y 2021, identificando los casos producidos por hongos, y comparando sus características clínicas, de manejo y pronósticas con los del resto de microorganismos.
Resultados: Entre 1987 y 2021 se diagnosticaron de forma consecutiva en nuestro centro 550 casos de EI, de los cuales, 11 (2%) fueron causados por hongos (Candida albicans 6, otras especies de Candida 3 y Aspergillus 2). Los pacientes con EI fúngica fueron más jóvenes (42 ± 20 frente a 56 ± 18 años, p = 0,01) y en mayor proporción mujeres (64 frente a 33%, p = 0,04). En el 71% de los casos se trató de una EI nosocomial o nosohusial, relacionada con un procedimiento sanitario (por solo un 32% en el resto de casos, p < 0,001). Se relacionó con la presencia de catéteres IV en el 20% de los casos, hemodiálisis en otro 20%, y endoscopias digestivas en el 10%. No hubo diferencias en el tipo (nativa o protésica), localización valvular ni endocarditis previa. La incidencia de complicaciones graves fue similar en ambos grupos (76 y 64%, respectivamente), al igual que la tasa de cirugía en fase activa de la EI (44 frente a 48%). La mortalidad precoz intrahospitalaria fue casi del doble en la EI fúngica (45,5% frente a 26%, p < 0,05).
Conclusiones: La EI fúngica es una grave forma de endocarditis, habitualmente asociada a la atención sanitaria, afortunadamente poco frecuente (solo el 2% de todas las EI en un período de 35 años en un centro de referencia), pero con una mortalidad muy elevada, que casi alcanza el 50%.